Historia de la ebanistería: ¿qué es y en qué se diferencia de la carpintería?
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Quizás hayas oído hablar del amianto, un grupo de minerales formados por fibras microscópicas que son tóxicos tanto para las personas como para el entorno. Se ha utilizado enormemente en el ámbito doméstico, pero también en el industrial y en el de la construcción.
Pero, te estarás preguntando, si es tóxico, ¿por qué se utiliza tanto? A continuación te lo contamos, además de la forma óptima de eliminarlo. ¡Sigue leyendo para no perdértelo!
Como hemos comentado, el amianto es una sustancia tóxica. Pero muy utilizada hace unas décadas, ¿por qué? Esto es por las propiedades que tiene, como la resistencia al fuego, su capacidad aislante (térmica, acústica, eléctrica), la resistencia química a ácidos y su flexibilidad.
Pese a todas las buenas cualidades de estos minerales, se prohibió su uso, producción y por consiguiente, comercialización, en 2002. Las fibras y el polvo de este material hace que quienes la manipulan puedan sufrir enfermedades pulmonares. Entre ellas, cáncer de pulmón y mesotelioma.
Aun así, como te puedes imaginar, los materiales ya instalados en los edificios no se prohibieron, sino que se permite su existencia hasta que termine su vida útil. Pero, por mucho que se permita el amianto en esos casos, sigue siendo tóxico.
Es por ello que surge la práctica de eliminar el amianto. Para ello, hay que seguir unas pautas, puesto que es algo complejo y peligroso.
En primer lugar, es importante que las empresas que vayan a trabajar con fibras de amianto o materiales que lo contengan, estén inscritas en el RERA, que es el Registro de Empresas con Riesgo de Amianto.
No solo esto, sino que además tienen que tener un plan de trabajo aprobado por la autoridad laboral. Y, una vez retiren el amianto correctamente, han de llevar los residuos tóxicos al vertedero, con una autorización previa, siguiendo los protocolos de seguridad para no poner en peligro la salud de las personas.
Por ejemplo, aparecen programas de descontaminación, para evitar el riesgo que supone exponerse al amianto. Esto es por la peligrosidad que supone eliminar y retirar esos materiales.
Primeramente, debes tener claro que hay amianto en tu vivienda. Aunque parezca algo sencillo de ver, lo cierto es que la mejor opción es contratar los servicios de una empresa especializada que se encargue de resolver esta duda por ti. Al fin y al cabo, ¡tu salud está en juego!
Por supuesto, tendrás que asegurarte que esta empresa está inscrita en el RERA o Registro de Empresas con Riesgo de Amianto. Aun así, tienes la posibilidad de descubrir por tu cuenta si hay amianto pero, ¿cómo?
Lo más recomendable para asegurarte de si tienes amianto o no en tu casa, es hacer un análisis del material sospechoso. Para ello, puedes utilizar un kit de diagnóstico de amianto. Suele haber dos tipos, aunque depende de las empresas especializadas:
Es importante saber que no todo amianto es tóxico, tan solo aquel que se encuentra en mal estado o se ha conservado malamente. Además, se suele ubicar tanto en tuberías como tejados, y principalmente en fachadas de fibrocemento. En función de dónde esté, se puede seguir una técnica u otra.
En caso de tener localizado el amianto, los profesionales tendrán que comprobar en qué estado se encuentra la estructura, para tomar unas medidas u otras. Y, antes de ponerse a trabajar, tendrán que protegerse con sus respectivos equipos de seguridad, guantes, mascarillas… Todo ello especializado, con filtros que impiden el paso de las partículas del amianto.
Como hemos comentado, la técnica empleada será diferente según donde se encuentre el conjunto de minerales. Pero lo más habitual es retirar el amianto de las cubiertas exteriores.
En este caso se aplica una solución acuosa, lo que hace que las partículas no se extiendan por el espacio. Así se pueden retirar fácilmente las placas de amianto con la mayor seguridad posible.
Pero si el amianto se encuentra en una estructura metálica, en un edificio, la técnica utilizada se vuelve bastante más compleja. En estos casos, además, se vuelve más sencillo que haya consecuencias graves.
Ya no solo por el amianto, que también, sino por una mala manipulación de la estructura. En estos casos, hay que seguir al pie de la letra los protocolos de trabajo y seguridad.
Sea cual sea el lugar donde se encuentre el amianto, el objetivo es más o menos similar: evitar la liberación de polvo con fibras de amianto en el ambiente. Y, una vez se ha conseguido, se tiene que envolver en plástico, para que no se filtren estas sustancias.
Tras ello, se deposita en unos sacos o contenedores diseñados única y exclusivamente para esta práctica: para recoger materiales peligrosos. No solo esto, sino que tienen que señalizarse correctamente.
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