Historia de la ebanistería: ¿qué es y en qué se diferencia de la carpintería?
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Durante mucho tiempo, las reformas del hogar han girado en torno al interior: cambiar suelos, modernizar cocinas, abrir espacios, renovar baños… Pero desde hace unos años, algo ha cambiado. Cada vez más personas se dan cuenta de que el exterior también forma parte de la vivienda. Y más aún: que un jardín bien aprovechado puede marcar una diferencia real en la vida diaria.
El jardín ha dejado de ser ese rincón olvidado que se usa tres meses al año. Hoy se concibe como una extensión del salón, como un espacio de desconexión, como el lugar donde se puede desayunar, leer o trabajar al aire libre. Por eso, al hablar de reformas integrales o parciales en la vivienda, conviene mirar también hacia fuera.
A veces, lo que más transforma una casa no es lo que pasa dentro de sus cuatro paredes, sino lo que ocurre justo al salir por la puerta trasera. Un jardín abandonado, con tierra compacta, malas hierbas y un mobiliario improvisado, no invita a quedarse. Pero con algunos cambios bien pensados, ese mismo espacio puede convertirse en un pequeño oasis sin necesidad de grandes inversiones.
Desde cambiar el pavimento por uno más cómodo hasta crear zonas de sombra con pérgolas, toldos o árboles de crecimiento rápido, las opciones son muchas. Incluso pequeños detalles como la iluminación, los maceteros o un rincón con bancos pueden modificar la percepción del espacio por completo.
Ya no se trata solo de tener un “jardín bonito”. La idea es crear un espacio útil, funcional y adaptado al ritmo de cada hogar. Hay quien quiere un comedor exterior para el verano, quien prefiere una zona de descanso con hamacas o quien busca un rincón de lectura entre plantas aromáticas.
Por eso, al planear una reforma general, es importante no dejar el jardín para el final. Lo ideal es incluirlo en el planteamiento inicial, pensar en el uso que va a tener y diseñarlo con el mismo criterio que se usaría para una habitación: distribución, materiales, accesos, iluminación y mantenimiento.
No todas las reformas de jardín implican obras complejas. A veces, con unos pocos ajustes bien ejecutados se consigue mucho. Cambiar un viejo suelo de losetas por uno de madera tecnológica, añadir una celosía para crear privacidad, o renovar la instalación eléctrica para poder usar el jardín de noche, son actuaciones relativamente sencillas pero muy efectivas.
En viviendas antiguas, también se puede revisar el drenaje, nivelar el terreno o mejorar la conexión entre interior y exterior mediante puertas correderas, ventanales o pasarelas que inviten a salir.
El mobiliario también juega un papel importante. Ya no se trata solo de poner una mesa y cuatro sillas: hay sofás de exterior, alfombras resistentes al clima, iluminación solar decorativa, textiles pensados para el aire libre… elementos que ayudan a dar continuidad al estilo de la casa sin perder funcionalidad.
Otro error habitual es limitar el jardín al césped. Aunque sigue siendo una opción válida, hay muchas más posibilidades que requieren menos mantenimiento y aportan un diseño más interesante. Gravas decorativas, pavimentos drenantes, zonas con corteza de pino o jardines verticales son algunas alternativas que permiten crear espacios más sostenibles y con menos consumo de agua.
La elección de plantas también importa. Lo ideal es optar por especies resistentes, adaptadas al clima local y de bajo mantenimiento. Aromáticas como el romero o la lavanda, plantas trepadoras como la hiedra o incluso árboles frutales en versión ornamental pueden aportar vida sin complicar el cuidado.
Aunque suele pasar desapercibido, el jardín puede influir de forma importante en la valoración de una casa. Un espacio exterior cuidado, funcional y bien integrado suma puntos en caso de venta o alquiler. No es raro que una reforma exterior bien pensada marque la diferencia frente a otras propiedades similares.
Además, al margen del valor económico, hay que tener en cuenta el impacto en el bienestar. Pasar tiempo al aire libre, tener un espacio propio para relajarse o poder invitar a familia y amigos a comer fuera son ventajas que se notan en el día a día.
Las reformas de vivienda no tienen por qué centrarse solo en el interior. El jardín, la terraza o cualquier espacio exterior puede ofrecer mucho más de lo que parece si se diseña con intención. No hacen falta grandes obras ni presupuestos desorbitados. Basta con observar el espacio, imaginar su potencial y dar los pasos adecuados para transformarlo.
Reformar el jardín no es solo mejorar el aspecto de la casa. Es ganar metros útiles, calidad de vida y un rincón al que siempre apetezca volver.
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