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La leishmaniasis es una enfermedad causada por un parásito protozoario (unicelular) que se encuentra en perros, gatos y ciertos roedores en muchas partes del mundo, especialmente en áreas rurales.
Este parásito es transmitido por pequeños flebótomos que pican. Es una enfermedad importante a tener en cuenta porque los humanos también pueden contraer leishmaniasis.
La leishmaniasis puede causar uno o dos tipos de infecciones: una infección cutánea y una infección visceral.
Los síntomas de la forma visceral incluyen fiebre, anorexia (falta de apetito), debilidad, disminución de la resistencia, pérdida severa de peso, diarrea, vómitos, aumento de la bebida y sangrado por la nariz.
Alrededor de 1/3 de los perros desarrollan ganglios linfáticos inflamados e incluso llegan a desencadenar una insuficiencia renal.
También, pueden presentarse dolor muscular, inflamación de las articulaciones e hinchazón de los testículos.
En el caso de la infección cutánea más comúnmente incluyen engrosamiento y endurecimiento de los tejidos en el hocico y las almohadillas de las patas, llamado hiperqueratosis.
Muchos perros pierden el pigmento o la coloración oscura de estos tejidos a medida que avanza la enfermedad. Se pueden formar nódulos o bultos duros en la piel y el pelaje a menudo se ve opaco y quebradizo con áreas de pérdida de cabello. Las uñas pueden crecer mucho y curvarse anormalmente.
Tan pronto como el veterinario tenga un diagnóstico definitivo, recetará los medicamentos, y estos deben administrarse exactamente de acuerdo con sus instrucciones. El tratamiento de la leishmaniosis canina es largo y puede durar varios meses, aunque el tiempo de duración también dependerá del nivel de la enfermedad.
Asimismo, es importante recordar que los medicamentos no siempre logran eliminar el parásito por completo, por lo que las recaídas son comunes.
Cuidar a un perro con leishmaniosis no es tarea fácil, pero con el tratamiento adecuado es posible brindarle las mejores oportunidades y una vida plena.
Muchos perros logran llevar una vida casi normal, incluso si la enfermedad les acompaña durante muchos años. Sin embargo, es muy importante que estés al tanto de su estado de salud, ya que dependiendo de cómo se encuentre, puede necesitar una nueva ronda de medicamentos.
La base de las medidas preventivas es evitar la picadura del parásito, mediante el uso de insecticidas y repelentes. La vacunación también juega un papel fundamental en el control de esta enfermedad. Es importante ser consciente del nivel de riesgo en el área donde vives y saber qué meses tienen la mayor actividad de flebotomos allí.
Una medida preventiva sencilla y accesible para todos, es el uso de collares repelentes que, además de proteger a nuestra mascota de las picaduras de flebótomos, también le protegen de pulgas y garrapatas.
En cualquier caso, si notas algún síntoma de leishmaniasis en tu mascota, acude al veterinario lo antes posible. ¡Cuánto antes actúes, mejor!
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