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Las empresas, cada vez más, se esfuerzan en ofrecer un ambiente de felicidad y concordia en sus respectivas oficinas, que propicia altos niveles de rendimiento. Para ello ofrecen fruta, snacks o bebidas a sus empleados, así como salas para descansar, sentarse a tomar un café tranquilamente o incluso echar una pequeña cabezadita.
Estas fórmulas han tenido éxito desde sus inicios y con los años se han ido extendiendo para convencer a los talentos de que trabajar para ellos es una oportunidad única. Visto con perspectiva, quien acude a un lugar con mal ambiente laboral o en el que reina el caos trata de buscar una salida más pronto que tarde.
A pesar de poner todo de su parte y ofrecer un sinfín de comodidades, en ocasiones se generan problemas en el trabajo que necesitan una solución inminente. De lo contrario, todo el esfuerzo realizado hasta entonces corre peligro de venirse abajo. Y lo que es peor: también el rendimiento de la empresa.
Los conflictos en el trabajo, como en la vida, tienen solución. A veces es más sencilla de lo que parece y otras requiere de mano izquierda por parte del jefe para solventarlo. Dentro de los muchos y diferentes trastornos que se pueden dar en un ambiente laboral, destacamos: Acoso laboral, exagerada competitividad, falta de jerarquía, puntualidad, los rumores y las relaciones entre compañeros.
Con la imparable irrupción de los anglicismos, el acoso laboral ha pasado a denominarse mobbing. Se trata de las conductas por parte de una o varias personas hacia otro compañero con la intención de menoscabarle. Este trato vejatorio, que puede llegar a incluir amenazas o actitudes violentas que desemboquen en pánico por parte de la víctima, tiene que ser interpelado por la empresa con carácter inmediato.
De hecho, las actuaciones a realizar en caso de que se produzcan estos comportamientos deberían estar recogidas a nivel interno. De lo contrario, en caso de que la empresa no tome cartas en el asunto, podría verse en medio de una demanda laboral y ser parte demandada por haber permitido que se produjeran esos comportamientos.
Los celos, el ansia de poder o incluso la necesidad de destacar lleva a muchos empleados a mostrar una competitividad excesiva y a todas luces contraproducente. A fin de ascender dentro de la empresa, dicho empleado tratará de imponer su trabajo e ideas lastrando el trabajo en equipo. Un comportamiento egoísta que desentona con la dinámica de grupo.
Es casi imposible prevenir estas actuaciones, aunque de ser detectadas hay que tratarlas a fondo. Lo mejor será buscar un equilibrio para que el grupo funcione de la mejor manera posible, ya sea cambiando las piezas o haciendo ver al empleado competitivo que la empresa está por encima de cualquier interés personal.
Echando mano de símil deportivo, es necesario que se identifique a la persona que lidera, al capitán, para que el resto lo acompañen y sigan sus instrucciones. Las personas capitaneadas – el resto de empleados – acatarán las órdenes y mantendrán las pautas marcadas para el desarrollo del proyecto o estrategias.
En caso de que las competencias no estén bien estructuradas, se corre el riesgo de que no se sepa a quién obedecer y aparecerán conflictos internos sobre el uso de los recursos humanos.
Hoy en día se ha dado un paso adelante en muchas empresas para solucionar un problema muy recurrente: el de los empleados impuntuales. Hay quienes por sistema acuden a su puesto de trabajo más tarde de la hora estipulada reduciendo así su tiempo de trabajo y causando una impresión poco profesional.
Recurrir a un horario de entrada y salida flexible, siempre y cuando se cumplan las horas acordadas en el contrato, es una forma de evitar que otros empleados y la propia dirección de la empresa se vean comprometidos.
Las largas jornadas en la oficina dan para mucho y con el tiempo, y la confianza, suelen extenderse ‘chismes’ acerca de otros compañeros. Los empleados que promueven estos rumores, a veces falsos, o critican a otros empleados generan un ambiente tóxico que no suele terminar bien.
Los departamentos de recursos humanos suelen acertar con las contrataciones, pero a veces no dan con la tecla y ‘se cuela’ algún trabajador que no empeora la productividad con sus comentarios.
Las malas relaciones entre compañeros pueden desestabilizar los equipos de trabajo y por ende los proyectos. Una solución podría ser reubicar a ambos empleados.
En lo que se refiere a las relaciones afectivas, que en ocasiones surgen por el roce, lo más importante es que no provoquen problemas de favoritismo, si la relación es entre un jefe y un empleado, o desencadene un cisma interno por una posible crisis de pareja o ruptura.
Algunas empresas consideran que estas relaciones no se deberían dar, al menos entre compañeros que trabajan en el mismo equipo, pero seguramente con una reunión entre las partes para exponer que sus cuestiones personales no pueden afectar a su labor sea más que suficiente.
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