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Quizás has oído hablar de la luz de gas o de gaslighting, un concepto que llevamos un tiempo escuchando pero que, realmente, lleva toda la vida sucediendo. Se trata de una forma de manipulación.
Por ello, lo podemos ver en todo tipo de relaciones: familiares, amigos, compañeros…, y en relaciones de pareja. En este artículo, ponemos el foco en esto último, en la luz de gas en las relaciones de pareja.
Pero, ¿en qué consiste la luz de gas? ¿Cómo se manifiesta? Y, ¿cómo repercute en la salud de la víctima? Si quieres descubrirlo, ¡sigue leyendo para no perdértelo! A continuación, te lo contamos.
La luz de gas es, como hemos adelantado, una forma de maltrato psicológico. Consiste en la alteración de la percepción de la víctima, que se cree información falsa sobre sí misma.
Este tipo de manipulación es muy sutil, razón por la que es muy difícil detectarlo. Lo más seguro es que ni la víctima ni su entorno se den cuenta de la situación por la que está pasando.
El objetivo de la luz de gas es hacer perder completamente la confianza de la víctima en su juicio. En otras palabras, terminará pensando que está loca. Aunque el gaslighting es muy habitual en los casos de violencia de género, no se encuentra única y exclusivamente en esos casos.
Hay que tener en cuenta que la luz de gas es prácticamente imposible de reconocer, tanto por la víctima como por cualquier otra persona. Y es que hay otros maltratos o manipulaciones más evidentes como, sin ir más lejos, el maltrato físico.
El agresor empieza poniendo en duda cosas sencillas del día a día, con frases que parecen inofensivas como “eso nunca ha pasado” o “yo no he dicho eso”. Se pone en duda todo lo que la víctima dice o hace, hasta el punto de que esta llega a dudar de sus sentimientos y pensamientos.
Como esta manipulación se da en el día a día, la víctima lo acaba mimetizando en su vida, se habitúa, y se vuelve más difícil reconocerlo y ponerle solución. Además, el agresor hará chantaje emocional.
Dentro del maltrato, los agresores siguen una serie de pasos:
La víctima que sufre gaslighting empezará a notar cambios en sí misma y en su entorno:
La víctima duda de sí misma cuando su pareja le hace creer que exagera, que no tiene razón, que se inventa cosas… Llega a pensar que ha perdido la cabeza, motivo por el que deja de saber quién es.
Esto se retroalimenta porque la víctima deja de dar su opinión por miedo a que su pareja le juzgue, para no decepcionarla, etc.
Como hemos adelantado, la víctima deja de saber quién es. Es decir, pierde su identidad. Y, cuando esto ocurre, deja de poder tomar decisiones. Ya sean decisiones relevantes o sencillas del día a día.
Cualquier cosa, por pequeña que sea, resulta un quebradero de cabeza y termina dependiendo de los demás. El agresor puede o no ser consciente de que está haciendo luz de gas a su pareja, pero lo que sí busca es conseguir el control total de esta.
No solo hace que la víctima sea la que no pueda decidir, sino que también el agresor le quita esa potestad, alegando que es incapaz de decidir. Es así como la autoconfianza de la víctima se ve perjudicada.
Cuando el maltrato llega a ciertos niveles, la víctima puede llegar a mentir a su entorno, sus amigos y familiares. Y es que desconfía tanto de sí misma que es incapaz de pedir ayuda. Entre la desconfianza en sí misma, el miedo y la vergüenza, se vuelve imposible apoyarse en el entorno.
El maltrato, por mucho que sea psicológico, resulta agotador. Además, el cansancio se incrementa porque la víctima no encuentra explicación a lo que ocurre.
La luz de gas perjudica gravemente la salud mental de la víctima, y podremos observar lo siguiente:
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