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La depresión de los jóvenes

Maberal Cocinas Actualizado: 2 de febrero de 2022 Publicado: 27 de enero de 2021

La crisis económica hace unos años, la pandemia ahora, han agravado el paro entre los jóvenes. Y, por último, la publicación de diversos estudios referidos al nivel de nuestra educación, han contribuido a que tanto los profesionales de diversas áreas como la población en general dirijamos nuestra mirada a este segmento de edad.

Asimismo, preocupan los índices de fracaso escolar, consumo de alcohol o drogas. Aumenta la obesidad entre niños y adolescentes y la adicción a diversas formas de las nuevas tecnologías.   En los últimos días han aparecido en los periódicos, y se han repetido en radios, programas de televisión, los datos de un estudio referido a la depresión entre los jóvenes.

Durante los últimos años este fenómeno no ha hecho más que aumentar. Normalmente, tendemos a pensar que lo que dice la tele, la radio, o está escrito en prensa, es verdad. Con reservas, claro: no creemos a los políticos, discutimos decisiones de entrenadores… pero noticias médicas… Y es importante pensar acerca de ellas, porque nos traen noticias acerca de cómo nuestra sociedad está pensando la salud, la enfermedad, el cuerpo. Es decir, cómo seremos tratados cuando acudamos a una consulta profesional.

¿Cuáles son síntomas de jóvenes deprimidos?

Así que, para empezar, podemos decir que no sabemos qué les pasa a los jóvenes, sabemos que hay cada vez más cosas que son diagnosticadas como enfermedad. Un joven está preocupado, por ejemplo: no sabe qué hacer. ¿Seguir estudiando? ¿Ponerse a trabajar?

Sus padres dicen una cosa, los amigos otra… en el verano trabajó un poco… la verdad no fue muy agradable Muchas horas, poco dinero… si se mete en un módulo quizás… Así que mientras piensa esas cosas, que tiene que decidir en un plazo, sabiendo que alguien se enfadará con seguridad, porque no se puede satisfacer a todo el mundo, está nervioso. Contesta mal. Se nota que no sabe qué hacer. Los padres se ponen nerviosos, porque el chico un día decide una cosa, otro día otra… Come peor, pierde peso… ¿Qué hacer? Lo que le sucede… ¿es una enfermedad?

Si espiamos lo que sucede en ese otro salón… Una madre enciende la luz… se acerca y escucha detrás de la puerta lo que sucede en una habitación. Abre la puerta. Enciende la luz. En una cama, duerme un joven. Parece tener 15 años. Hace calor, y, sin embargo, el chico duerme tapado. Al levantar la manta descubrimos que el joven está vestido. Una chica le tiene loco… quería marcharse al pueblo donde sabe está pasando unos días con la familia… ¿qué hacemos? ¿A quién se lo llevamos para que recuerde hacer caso a sus padres? A veces una decepción amorosa nos hace creer que el mundo se viene abajo. Es difícil levantarse, no apetece comer. Podemos diagnosticar, pero si ya nombramos depresión lo que muchas veces son crisis de crecimiento… cómo hablar de la depresión de verdad… Y la tentación de una medicación que solucione es muy fuerte.

Saber diferenciar una enfermedad de otras situaciones

Los padres se sienten fracasados. Culpables. Sienten que no entienden lo que sucede a sus hijos, que quizás no han sabido hacerlo bien… Y es verdad que no es fácil aligerar algunas de estas cosas. O sin la intervención de un profesional es muchas veces casi imposible restaurar el diálogo. Pero hay que saber que en última instancia se trata de eso: diferenciar entre situaciones críticas que nos trae la vida y enfermedad. No venimos al mundo con manuales, por eso es interesante pensar que no es necesario estar enfermo para consultar. Prevenir es siempre mejor que actuar presionados por la necesidad de resolver.

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