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La violencia de género es uno de los tipos de violencia más extendidos a día de hoy por todo el mundo. Y es que cada día, en cada lugar, se producen muchos casos. Hace referencia a los actos dañinos contra una persona por su género.
Encontramos el origen de la violencia de género en la desigualdad de género, el abuso de poder y las diferencias estructurales que hay en la sociedad. Y las consecuencias son de todo tipo, tanto físicas como psicológicas, incluso económicas.
Dentro de la violencia de género, además, hay muchos tipos. Es por ello que suele resultar complicado verla y ponerle freno. En este artículo, ponemos el foco en la violencia ambiental. ¿Qué es? Si quieres descubrirlo, ¡sigue leyendo para no perdértelo! A continuación, te lo contamos, no sin antes explicar más en detalle qué es la violencia de género y cuáles son sus formas.
Como hemos adelantado, la violencia de género es toda aquella que va dirigida a mujeres y niñas por su género, habitualmente con el objetivo de su sufrimiento, ya sea físico, mental, sexual, económico… Aunque también incluye las amenazas, coacción o privación de la libertad, ya sea en la vida pública o privada.
La violencia de género puede venir de la mano de personas pertenecientes a la comunidad, pero también a su familia. Y esta es tolerada por el Estado, razón por la que persiste en nuestros días.
Todas las mujeres, independientemente de su clase social, nivel educativo, económico o cultural, pueden ser víctimas de la violencia de género. Parte de la base de que hay una desigualdad entre hombres y mujeres, y se exalta por las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres.
Si bien es cierto que hay quien considera violencia de género aquella que se dirige a las mujeres por el simple hecho de serlo, sea quien sea el agresor, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad del Gobierno de España, dice que la violencia de género es la que se ejerce sobre las mujeres por parte de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones de afectividad.
Es decir, partiendo de esta premisa, la violencia de género solo recibe este nombre cuando la lleva a cabo una pareja o ex-pareja. De todas maneras, los objetivos siguen siendo los mismos: hacer daño y controlar a la mujer.
Un requisito fundamental para que la violencia de género se considere como tal, es que los malos tratos deben producirse de forma continuada en el tiempo y de manera sistemática, formando parte de una misma estrategia.
En otras palabras, una definición habitual de violencia de género es la que establece la ONU en su Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer de 1993: todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada.
Y la definición que encontramos en nuestro país, de la mano de la Ley Orgánica 1/2004, en su artículo 1, de Protección Integral contra la Violencia de Género establece, por el contrario, que la violencia de género se da por hombres que son o han sido cónyuges o pareja de la víctima.
Es habitual que la violencia de género se dé por los estereotipos de género, por sentimientos de inseguridad, poca autoestima… Pero también influyen la falta de empatía o buscar algún objetivo concreto que solo parece alcanzable por una vía violenta.
Como ya adelantamos, la violencia de género tiene muchas caras. Algunas son muy evidentes, otras no tanto. Entre todas ellas aparece la violencia ambiental, con sus respectivas consecuencias en la víctima. Encontramos las siguientes formas:
La violencia física es la que se reconoce con más facilidad. El agresor inflige daño físico a la víctima por medio de una agresión directa. Las formas de este tipo de violencia son golpes, fracturas, heridas, arañazos, empujones, zarandeos… En los casos más extremos, se puede llegar a la muerte.
Aunque la violencia no sea física, no quiere decir que no sea violencia. El maltratador humilla, infravalora y ataca psicológicamente a la víctima, y lo puede hacer de numerosas formas: con insultos, vejaciones, infravalorando, con amenazas y coacciones, desprecios y un largo etcétera.
Es muy común que este tipo de violencia no se observe a simple vista, puesto que el mensaje puede ser indirecto o estar camuflado. Aun así, cabe destacar que la violencia psicológica se ejerce en todo tipo de violencia de género.
En la violencia sexual, la víctima será forzada a realizar actividades de carácter sexual en contra de su voluntad. De nuevo, encontramos numerosas formas de este tipo de violencia, en los que puede verse implicada o no la penetración.
En definitiva, la violencia sexual se reduce a que no haya consentimiento. El consentimiento tiene que ser específico y reversible, así que se puede revocar en cualquier momento.
En la violencia económica, la pareja no tiene acceso a los recursos económicos. Aunque es una opción que se le prohíba trabajar. De esta manera, la víctima depende por completo del agresor.
Los agresores que ejercen la violencia social sobre su pareja o ex pareja, limitan, controlan y, eventualmente, aíslan a la persona. Se limita el contacto de la víctima con sus amigos y familiares, incluso se la llega a enfrentar con su entorno.
La violencia vicaria está muy presente en nuestros días, y cada vez más, ya que antes no se consideraba parte de la violencia de género y se observaba como casos aislados. Este tipo de violencia consiste en hacer daño a los hijos de la pareja o ex pareja.
Puede insultar, amenazar o prometer hacer daño, incluso matar, a los menores. La finalidad no es otra sino dañar a la pareja o ex pareja víctima de la violencia de género. El impacto psicológico, en estos casos, puede llegar a ser mayor que si el daño fuera directo.
La violencia ambiental es usurpar o destruir objetos, bienes y propiedades de la víctima. La intención es, como en los otros tipos de violencia, tener el control, dominarla y provocar daño psicológico.
Se trate de una propiedad fruto de muchos años de trabajo, como una casa, o de un objeto “poco importante”, como una prenda de ropa, estamos hablando de violencia ambiental.
Es de las que más desapercibida pasa, ya que se justifica, se piensa que se trata de una broma, se le resta importancia… Pero las consecuencias pueden ser muy graves para la víctima.
Se trata de una forma más de violencia de género donde se ataca a todo lo que la víctima quiere y tiene. Se caracteriza por resultar en conductas explosivas, es decir, que provocan un miedo irrefrenable en la víctima.
Pero, además, fomenta la sumisión y el sufrimiento de la mujer, incluso si esta no es consciente de que se trata de una forma de violencia de género. El típico ejemplo de este tipo de violencia es romper objetos personales.
Pero, ¿golpear paredes? ¿Conducir de forma temeraria? Aunque no lo parezca, estos son ejemplos claros de violencia ambiental. Aunque son situaciones que hemos visto en infinidad de películas y series, en protagonistas enfadados, no podemos engañarnos: la finalidad no es otra sino someter a la víctima, asustarla y tener el control.
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