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Cada vez es más frecuente escuchar el término “violencia de género”. Si bien es cierto que no es algo reciente, puesto que lleva muchísimos años, es en la actualidad cuando se está viendo la gravedad del problema. Y, por tanto, es ahora cuando se le intenta poner solución.
Si estás familiarizado con este concepto, ya sea por tu entorno, por las noticias o, por desgracia, por experiencia propia, sabrás que las consecuencias son numerosas y nada agradables. Aunque pueden ser físicas, incluso económicas, en el artículo de hoy vamos a poner el foco en las emocionales y afectivas.
Es decir, a continuación, te contamos cómo afecta psicológicamente la violencia de género en las víctimas de este tipo de violencia.
Aunque, como hemos dicho, la violencia de género es un término muy extendido y cada vez más, en ocasiones se desconoce qué es exactamente. ¿Dónde empieza y dónde termina?
Para establecer qué es este tipo de violencia, podemos acudir a la normativa. En este caso, la ley donde se regula es la Ley Orgánica 1/2004. Concretamente, en el artículo 1, de Protección Integral contra la Violencia de Género. Dice lo siguiente:
“Todo acto de violencia (…) que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia. (…) que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”
Es decir, la violencia de género es aquella que se encuentra en el poder que ejercen los hombres sobre las mujeres. Son relaciones basadas en la desigualdad y en la subordinación, y la razón por la que la mujer sufre violencia de género es tan simple e injusto como ser mujer.
Independientemente de la clase social, el nivel educativo, cultural y/o económico, las mujeres sufrirán discriminación. Aunque puede verse agravada por las diferencias comentadas.
Pero es un requisito indispensable para que la violencia se convierta en violencia de género que las dos partes (víctima y agresor) hayan estado ligados, o estén ligados, por una relación de afectividad. Es decir, tienen que ser pareja o ex-pareja.
También es importante que la violencia, el daño y el control, se den de forma sistemática y continuada en el tiempo. Al fin y al cabo, todo ello forma parte de una “estrategia” para conseguir el control total de la mujer.
Los límites de la violencia de género son muy ambiguos, y no siempre se sabe qué formas se incluyen en ella y cuáles no. Es por ello que Amnistía Internacional, el movimiento global que trabaja por reconocer y respetar los derechos humanos, plantea un “iceberg de la violencia de género”.
En él, se establece cuáles son las formas explícitas y cuáles son las formas sutiles. En otras palabras, las formas visibles e invisibles, respectivamente. Son las siguientes:
Como hemos mencionado brevemente, la violencia de género deja secuelas en las víctimas. Estas son físicas, como moretones o lesiones, además de agotamiento físico y dolor generalizado.
Pero también pueden ser conductuales, evitando las situaciones sociales, teniendo problemas para comunicarse… O cognitivas, donde encontramos pérdida de memoria por el trauma, problemas de concentración, dificultad para pensar o imaginar el futuro, confusión, etc.
Y, por supuesto, aparecen las secuelas tanto emocionales como afectivas. Estas son aquellas que guardan relación con las emociones y los sentimientos de la víctima, así como su autoestima.
Las consecuencias psicológicas de la violencia de género pueden variar según el caso y la gravedad de la relación entre las dos partes. Además, la intensidad de los trastornos o de las secuelas afectivas no será la misma en todas las situaciones. De todas formas, de manera generalizada, estas son las siguientes:
Pero no solo esto, sino que también se pueden dar otros trastornos psicopatológicos muy habituales en los casos de violencia de género. Por ejemplo, trastorno de apego, ansiedad, depresión, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de estrés postraumático, síndrome de adaptación paradójica o síndrome de la mujer maltratada.
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