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El estrés: por qué no siempre es malo y cómo gestionarlo

Cocinas D Pazos Actualizado: 2 de febrero de 2022 Publicado: 2 de diciembre de 2021

Sin lugar a dudas, el estrés está presente en nuestro día a día. Se trata de una tensión tanto física como emocional, que surge como reacción a un estímulo, que puede ser positivo o negativo. 

A priori, no es algo malo, y es que cuando es manejable es una buena herramienta (podríamos decir que es hasta positiva) de reacción y adaptación al entorno o a la situación. 

El problema surge cuando el estrés es excesivo, incontrolable e impide llevar el día a día con normalidad. Entonces aparecen problemas de saturación mental (ansiedad, irritación…), o trastornos psicosomáticos (tic, dolores de cabeza, tensión muscular, problemas digestivos…). 

Pero, ¿cómo reconocer el estrés?

El estrés no siempre sabemos identificarlo al momento. Hay veces en que nos damos cuenta cuando es tarde y ya estamos sobrepasados. Así que te vamos a contar cuáles son los síntomas más comunes, tanto físicos como psicológicos:

  • Dolor de cabeza
  • Dolor de estómago
  • Mala memoria
  • Cambios de ánimo 
  • Irritabilidad
  • Ansiedad y/o depresión
  • Problemas cardiovasculares
  • Insomnio
  • Cansancio constante

¿Se puede prevenir el estrés?

Como ya hemos comentado anteriormente, el estrés es una reacción natural ante un cambio en el entorno, ideal cuando se requiere un mayor esfuerzo o activación mental. Pero cuando es excesivo, es cuando es negativo. Este último sí se puede controlar. 

La razón principal por la que hay que prevenir esa tensión emocional y física es por el bienestar de la persona, ya que mucho estrés puede suponer un grave riesgo para su salud. 

El estrés, cuando es desmesurado, nos suele indicar que tenemos que tomar otro camino. Buscar alternativas a aquello que lo está causando, una vez se haya analizado. 

¿Existe un tratamiento contra el estrés?

Si ya no se puede prevenir, solo queda tratar el estrés. A continuación, te contamos unas pautas para reducirlo lo máximo que sea posible:

  • Reconoce el estrés, de dónde viene, qué situaciones son las que lo generan. 
  • Evitar los mecanismos de defensa del estrés poco saludables, como fumar, comer en exceso y de forma poco nutritiva o beber alcohol. 
  • Alejarse, siempre y cuando sea posible, de la fuente del estrés. 

Un ejemplo sería un evento social en el que se trata un tema que te estresa y del que no quieres formar parte. Simple: huye. No tienes por qué abandonar a esas personas para siempre, tan solo cambiar dónde estás o con quién durante el rato que dure la conversación. 

  • Intentar enfrentarse a los problemas con una actitud positiva
  • Implementar técnicas de relajación en nuestro día a día. 
  • Llevar una dieta saludable y equilibrada, además de hacer ejercicio: está científicamente probado que, al hacer ejercicio, el cerebro libera endorfinas, que dan sensación de felicidad y de bienestar. 

Además, es otra manera de expulsar la frustración y la energía que no sabemos por dónde sacar. No tiene por qué ser un ejercicio muy potente, basta con tan solo una media hora diaria de algo que disfrutes (¡sería irónico terminar estresándote por hacer ejercicio cuando este lo haces para desestresarte!).

  • Reconocer aquello que no puedes cambiar: es muy común estresarse por cosas que están fuera de nuestro alcance. Hay que aceptar que hay cosas que no se pueden cambiar, y eso permite dejarlas ir, evitando el malestar que genera preocuparse por ellas. 

Un ejemplo de esto es estresarse por tener un vecino muy ruidoso. Una solución sería mudarse, pero si esta no es una opción plausible, lo mejor es aceptarlo. No solo aceptarlo, también buscar algo que rebaje el estrés: utilizar cascos, tapones para dormir… 

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