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Los seres humanos tenemos miedo; miedo a la muerte, miedo a una persona, miedo a una ruptura, miedo a un animal o miedo a una cosa. A veces es una situación racional, provocada por algún hecho que nos lleva a padecer esa sensación. Otras veces es irracional y aparece como respuesta de nuestro organismo a una situación inusual, desconocida y que nos provoca ansiedad.
Esa ansiedad – que puede ser positiva o negativa –, suele ayudarnos, pero también puede desembocar en fobias. Por ejemplo, si siendo niños hemos sufrido un ataque de un perro, es probable que desde ese momento adquiramos una fobia a los perros. Eso es debido a que nuestra experiencia con ellos no ha sido agradable y queda grabada en nuestra mente – al menos hasta que seamos capaces de superarla –.
En edad infantil es muy común que los niños sufran ansiedad y desarrollen fobias por diversos motivos. Algunas las irán superando de manera natural a medida que vayan experimentando y conociendo a lo que se exponen. Otras veces, sin embargo, es obligado actuar para que no provoquen crisis o problemas de salud desagradables.
Lo mismo ocurre con adolescentes y adultos.
Seguro que muchos de ellos, o la mayoría, los has experimentado en alguna ocasión en primera persona. Sudoración, aceleración del ritmo cardíaco, temblores y hasta pensamientos distorsionados. Podemos identificar 3 tipos de síntomas diferentes provocados por las fobias: los físicos, los psicológicos y los conductuales.
Si nos centramos en la clasificación de las fobias, la clasificación nos llevaría a dividir estas en 2 grandes grupos: fobias sociales y fobias específicas. Estas aparecen cuando uno se enfrenta a lo que teme.
Un ejemplo de fobia social sería una exposición o conferencia en público. Es muy habitual que las personas suframos cierta ansiedad cuando nos dirigimos a un grupo importante de personas. Si nos referimos a las fobias específicas, el ejemplo del perro que expusimos al principio es uno de los más claros; existe un temor a algo conocido.
En caso de sufrir alguno de estos síntomas durante una situación claramente identificable, o ver que los más pequeños de la casa pasan por este trance, lo ideal es acudir a un especialista en psiquiatría. El profesional llevará a cabo una minuciosa evaluación del paciente a través de alguna prueba psicodiagnóstica o una entrevista.
Puntualmente podría ocurrir que la causa fuera orgánica, en cuyo caso se derivará a una prueba diagnóstica hospitalaria como puede ser una resonancia magnética.
Por lo general se realizará un tratamiento terapéutico, conformado por el aprendizaje, entrenamiento y exposición de diferentes técnicas para el manejo de la ansiedad, así como la exposición a las fobias – de manera progresiva para ir restando importancia –. A ello hay que sumar el tratamiento farmacológico si es necesario.
Cada caso y cada paciente es diferente por lo que la fórmula o fórmulas de aproximación a la fobia dependerán de las características y circunstancias concretas.
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