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Dentro de las preguntas recurrentes que el ser humano suele repetirse, sin importar la edad que tenga, está aquella que tiene que ver con las funciones que desempeña el cerebro y cómo estas influyen en todas o casi todas las acciones que nuestro cuerpo lleva a cabo; desde las más sencillas, como caminar o hablar, hasta las más complejas como pensar.
El tiempo y sobre todo el estudio llevado a cabo por profesionales ha desvelado, desvela y seguirá desvelando muchas facetas de nuestro cerebro que desconocemos o desconocíamos. Las mismas nos ayudarán a avanzar en muchos sentidos y especialmente a aprovechar todas las propiedades que tiene el cerebro para sacar el mayor rendimiento posible.
Una de las ‘ciencias’ que se encarga de estudiar la ‘cabeza’ es la neurolingüística.
Esta se ocupa de analizar los mecanismos del cerebro humano que facilitan, entre otras, la adquisición del lenguaje, tanto hablado como escrito. También la comprensión y el conocimiento.
Para ello se toman modelos psicolingüísticos y se procede a investigar la fórmula para implementar los procesos que la propia psicolingüística considera clave para comprender y desarrollar el lenguaje.
En ocasiones ocurre que los desarrollos lingüísticos propios de los niños no cumplen las etapas esperadas y es cuando se hace necesario investigar la razón. Existen algunos escenarios, que vamos a citar a continuación, en los que la neurolingüística ayuda a identificar y abordar estos trastornos con el fin último de revertirlos.
Por lo general, un niño suele comenzar a hablar a partir de los 12 meses. Antes de cumplir los 2 años ya sabe algunas palabras, responde a muchos estímulos auditivos y/o visuales y es capaz de reconocer colores, sonidos, formas, etc…
De hecho, cuando son llevados a un centro educativo, la metodología de enseñanza suele incidir en aspectos sencillos, pero que se repiten, como base de aprendizaje. En caso de que no haya un calado y una evolución es cuando se puede determinar que existe un problema de aprendizaje.
Así, cuando un niño apenas habla superados los 30 meses y si lo hace lo hace mal, que no es capaz de entender cuando le hablan, que apenas se comunica o no interactúa con otros niños, que no aprende canciones, no es capaz de entender lo que lee en un cuento o no atiende cuando se le llama – como si estuviese sordo – pueden ser indicios de un trastorno.
Es cierto que estos trastornos se pueden tratar para su corrección en cualquier etapa de la vida, pero es en la edad temprana cuando mejor se aprenden determinadas cosas y cuando más sencillo es moldear el cerebro.
Por eso, en caso de encontrar alguno de los trastornos arriba citados, se recomienda contactar con un especialista para que estudie el caso – cada niño, como cada persona, es un mundo – y de esa forma establecer qué tratamiento se ha de seguir.
Una de las fórmulas habituales que se emplean en neurolingüística es la de asociación: conectar palabras con imágenes para que el cerebro las asimile. De esa forma, que se emplea en casi todos los modelos de enseñanza, por no decir todos, la repetición automatiza el mecanismo.
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