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La violencia familiar en los niños ha crecido notablemente en los últimos tiempos. Los menores, por su carácter vulnerable, son víctimas de abusos físicos y, en muchos casos, protagonistas de la violencia doméstica. Esto repercute negativamente en su salud física y mental.
Los niños que crecen y se desarrollan en un ambiente de violencia son propensos a ser agresivos en sus relaciones futuras.
Los niños que conviven en hogares donde el abuso y la violencia son unas constantes, tienden a ser ansiosos, temerosos e inseguros. Ellos se hacen la idea de que en todos los lugares hay violencia.
Algunos infantes expresan su desarraigo llorando, mojando la cama, reflejando insomnio, tartamudeando y mostrando signos de ansiedad. Esto se ve con frecuencia en la edad preescolar.
Los niños en edad escolar se sienten culpables del abuso y de la agresividad en su hogar. Son menores que van perdiendo su autoestima y su rendimiento tiende a ser muy deficiente. Son agresivos y le cuestan las relaciones con sus compañeros, se quejan de dolencias físicas y lloran por todo.
Los adolescentes, por su parte, ante el abuso, asumen una actitud negativa. No cumplen con sus deberes escolares, pelean constantemente o se escapan de la escuela.
Los más rebeldes tienden a tomar caminos equivocados, cayendo en el alcohol o las drogas. Tienen baja autoestima, se aventuran a mantener relaciones sexuales sin protección, son acosadores y asumen comportamientos inadecuados producto de los abusos sufridos y de la violencia intrafamiliar.
El momento en el que se puede evidenciar el daño y la repercusión de los efectos en su salud física y mental se da cuando los niños que han sido abusados o maltratados durante las etapas cruciales de su vida llegan a adultos.
Casi siempre tienden a repetir, a nivel de adulto, el ciclo que vivieron siendo niños. Esto significa que, probablemente, asumirán una conducta agresiva o llegarán a ser maltratadores de su pareja.
En el caso de las niñas, tienden a descarriarse, ya que se sienten solas, incomprendidas, con baja autoestima. Esto es porque en su convivencia familiar predominaban los gritos, los golpes, los abusos sexuales, las peleas y las discusiones fuera de tono.
En las personas existen las llamadas diferencias individuales, esto significa que no todos los niños responden de la misma manera. Algunos son fuertes y otros son más sensibles. Por ello, se afirma que la recuperación que pueda tener un niño del abuso del cual fue objeto o de la violencia doméstica en la cual creció, va a depender de algunos factores, entre ellos podemos señalar los siguientes:
Estas alternativas son una fase de experimentación para ayudar a esos niños a superar, dentro de lo posible, los traumas y secuelas que son resultado de esos hogares atípicos llenos de recuerdos y emociones fuertes.
La ayuda psicológica siempre será una manera de fortalecer y acrecentar la confianza de ese niño abusado, dándole a conocer un panorama diferente. Esto quizás lo ayude a superar todo lo vivido, pudiendo llegar a convertirse en un adulto física y mentalmente sano.
Existen diversas herramientas que puedes poner en práctica para ayudar a tu hijo a recuperarse de la violencia doméstica. Algunas son:
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