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Las personas adultas con altas capacidades tienen ciertas características intelectuales. Desarrollan un pensamiento más global que les lleva a conectar las cosas y situaciones de otra manera.
Los adultos que entran en esta categoría llegan a ser un grupo bastante desfavorecido, porque los más identificados y que reciben mayor atención son los niños, por estar dentro del sistema educativo. Aunque las apreciaciones tempranas de un “superdotado” suelen ignorarse.
Sorprendentemente, más del 70% de personas con altas capacidades rinden muy poco en la escuela. La detección y evaluación psicopedagógica solo puede dar una apreciación de entre 4 y 7% de la realidad, mientras que un diagnóstico clínico será un mejor instrumento para conocer las necesidades educativas del niño, y asegurar con certeza si existe o no, un mayor nivel de inteligencia.
Debería adaptarse el proceso de educación y sistema curricular, pues si se desatiende a las personas con altas capacidades, puede que tengan un nivel muy alto de frustración.
No se trata solo de un coeficiente intelectual, ya que la tendencia de hoy es tener en cuenta otras características además de la inteligencia. Un alumno aventajado puede ser un artista y un atleta al mismo tiempo.
Las habilidades intelectuales de una persona son múltiples, y dependen del contexto social, la genética y la educación que desarrollen. Cada una de ellas está condicionada por estos factores.
En principio, no existen comunidades especializadas para superdotados o personas con altas capacidades, así que un individuo superdotado debe desarrollarse, en cuanto a educación, en una escuela regular. Menos del 0,40% de los alumnos matriculados con estas características, están identificados y reciben apoyo para el desarrollo máximo de sus capacidades.
Esto supone que un porcentaje mayor al 80% de las personas con altas capacidades no son identificadas. Esto quiere decir que han sido personas no diagnosticadas como superdotadas desde la niñez, llegando a la adultez sin ser atendidos adecuadamente en todos los problemas psicológicos que suelen aparecer. Además, los educadores no están preparados y la sociedad no los comprende.
Efectivamente, así es. Hay estudiantes que aprenden todo lo que se les enseñan de manera muy eficiente, de forma muy rápida y a un gran nivel, que pueden repetir esa información en exámenes y evaluaciones; mientras que otros utilizan lo aprendido, introduciendo nuevas e innovadoras ideas, con una buena dosis de creatividad y con la disposición de trabajar más y mejor, en un proyecto en particular.
Todo esto, ¿tiene que ver con el cerebro? La ciencia lo sigue estudiando. Si hablamos de ADN, somos en un 99% igual, pero ciertas cosas son más eficaces en unos cerebros que en otros.
La realidad es que la sociedad excluye a los superdotados por ser “diferentes”. La percepción que tienen de sí mismos y del entorno es distinta. Son personas que sienten una gran necesidad de estar con los demás y tienen profunda sensibilidad, pero los puntos en común con el resto son muy pocos.
Un sutil límite separa lo genial de lo patológico. Y es que ciertos comportamientos atípicos pueden confundir un diagnóstico. Entre ellos, trastornos de atención, hiperactividad, asperger o autismo.
Veamos algunas características de un superdotado adulto:
Contrario a lo que se cree, un superdotado adulto vive más con las emociones que con lo mental. Tienen una intensa actividad emocional que es diferente al código de comportamientos del resto de las personas, y es por eso que su conducta puede ser mal interpretada.
La tipología de cada persona con altas capacidades puede llegar a ser muy diferente, por lo que descubrir el talento y la capacidad de cada uno es fundamental para desarrollarlo.
La lucidez exacerbada y su continuo pensamiento divergente, unido a su sensibilidad extrema, supone un problema psicológico a la hora de ser rechazado. Este rechazo tiene costes adicionales en un superdotado adulto, especialmente a nivel social y de relaciones.
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