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La capacidad de adaptarse a las adversidades y traumas: ¿qué es la resiliencia y cuáles son sus características?

Hostek Cocinas Actualizado: 2 de febrero de 2022 Publicado: 5 de enero de 2022

“Resiliencia” es una palabra que se ha puesto de moda en los últimos años. Por ser tan peculiar y resultar tan estética, tanto visual como auditivamente, la podemos encontrar en muchas partes: cuadernos, títulos de libros, letras de canciones…

Pero lo cierto es que es un concepto que va más allá de lo estético. Tiene un significado que has de conocer, sobre todo por el momento que estamos viviendo. ¿Que por qué decimos esto?

Porque, tal y como explica la Real Academia Española, la resiliencia es la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”.

¿Acaso no es lo que hemos estado haciendo en los últimos años? Adaptarnos a todas y cada una de las situaciones que creíamos imposibles de superar, saliendo de ellas incluso más fuertes. 

Es por la relevancia que ha adquirido este término que, a continuación, te contamos todo lo que tienes que saber sobre la resiliencia, así como cuáles son sus características. ¡Sigue leyendo para no perdértelo!

Pero, ¿qué es la resiliencia?

Este concepto hace referencia a la capacidad de las personas para enfrentarse a las adversidades y adaptarse a situaciones impregnadas por traumas, estrés o amenazas

Pero, a pesar de lo que muchos creen, la resiliencia no se refiere a no sentir el malestar emocional. No sentir el malestar se traduciría en evitación del mismo, y de esa manera puede ser peor el remedio que la enfermedad. 

Lo que queremos decir, es que sí hay que sentir. El malestar, el dolor emocional, el estrés que han provocado las adversidades… Al fin y al cabo, es imposible no hacerlo en algunas situaciones, sobre todo cuando hablamos de muertes de familiares, pérdidas, etc. 

Hay que sentir la inseguridad, la incertidumbre y el dolor, pero aceptarlo y adaptarse a ello. Ya que es algo que no podemos controlar, por lo menos que nos beneficie y no nos dificulte el día a día. 

Aunque ser resiliente parezca una elección fácil, lo cierto es que no lo es. Es una elección donde predominan, al menos a priori, el malestar emocional, el estrés y el dolor. Pero, de la capacidad de resiliencia, se saca la fuerza necesaria para hacer frente a la tragedia sucedida o a la adversidad que ha tenido lugar. 

También hay que destacar que la resiliencia es una cualidad que se desarrolla, se aprende. Hay quien piensa que, en realidad, es algo con lo que se nace, pero no es verdad. Así que, ¡que eso no te frene! 

Y es que la resiliencia es un conjunto de conductas y formas de actuar y de pensar que se pueden poner en práctica. De acuerdo, habrá personas más propensas a ello y que tengan más facilidad. Pero eso no significa que no todo el mundo pueda ser resiliente. 

En definitiva, la resiliencia es una “virtud” (una virtud adquirida, en todo caso, y no inherente a la persona) que se basa en tener la confianza suficiente como para ser consciente de que vas a salir adelante a pesar de las dificultades que se te presenten. 

Y las razones por las que poner en práctica nuestra resiliencia son numerosas: una pérdida, una ruptura amorosa o de amistad, problemas económicos, el fracaso en general…

Las características de una persona resiliente

Como decíamos, la resiliencia no se nace, sino que se hace. Así que, ¡toma nota! Las siguientes son algunas de las características que puedes poner en práctica si te quieres convertir en una persona resiliente. 

  • Sé curioso: las personas con resiliencia tienen interés por el mundo, por su entorno, y están constantemente explorando y descubriendo cosas, sorprendiéndose y experimentando. 
  • Aprende: no solo tienes que ser curioso sino estar por la labor de conocer y aprender. Has de querer obtener nuevos conocimientos, nuevas formas de aprender…
  • Observa: para observar has de tener un pensamiento crítico pero, también, una mentalidad abierta. Tienes que evaluar, examinar el entorno y querer cambiar aquello que no te convenga y quieras modificar. 
  • Sé inteligente: no hablamos de una inteligencia brillante, de matrícula de honor o doctorado, ni nada por el estilo. Sino que hablamos de una inteligencia práctica, de ingenio, de originalidad. Piensa en otras maneras más eficaces de hacer lo que haces.
  • Ten empatía: si tienes empatía, podrás ver el mundo de diferentes maneras. Además, tendrás la capacidad de aconsejar a las personas de tu entorno, lo que te va a hacer comprender un poquito más el mundo. 
  • Sé valiente: cuando tienes el coraje necesario, raras son las amenazas, las dificultades o los cambios que te intimiden. 
  • Persevera: está bien si intentas algo y “fallas” o lo dejas a medias. Pero, ¡retómalo! No importa las veces que lo dejes a la mitad, lo importante es que no te rindas y adquieras la diligencia y constancia necesarias para obtener la tan deseada satisfacción por conseguir las tareas y objetivos propuestos con éxito. 
  • Sé tú mismo: este es un consejo que es aplicable en absolutamente todo, desde una entrevista de trabajo hasta una primera cita. Si eres honesto, contigo y con los demás, con la verdad por delante, siendo fiel a tus valores y principios… no habrá nada que te frene. 
  • Ten inteligencia emocional: esto es algo que todos deberíamos tener, ya que es imprescindible conocer tus emociones y saber manejarlas, a la par que lo haces con los sentimientos ajenos. También es importante que sepas responsabilizarte de qué haces y qué dejas de hacer, y cómo esto afecta a tu entorno. 
  • Conócete a ti mismo: una clave para desarrollarte como persona es conocerte, así de sencillo. Descubre cuáles son tus aspiraciones, tus límites, tus capacidades, qué disfrutas, qué te disgusta… Nos pasamos tanto tiempo queriendo conocer e impresionar a los demás que, muchas veces, nos olvidamos de nosotros mismos. 
  • Sé flexible: la flexibilidad ante los cambios es fundamental si queremos ser resilientes. Los cambios dan miedo, eso está claro, pero siempre podemos sacar algo beneficioso de ellos. Y, aunque no pudiéramos verle el lado bueno, lo que sí que hay que hacer es adaptarse. 
  • Sé dueño de tu destino: por muy emotivo que suene este consejo, lo cierto es que es muy relevante. ¿Acaso no vivimos, muchas veces, con el “piloto automático” puesto? Ten la iniciativa y sé perseverante con lo que quieres conseguir. Eso sí, no te olvides de la paciencia, fundamental si no quieres desespertarte. 
  • Comunica tus inquietudes: de poco sirve que tengas todo claro en tu interior si no eres capaz de expresarlo al exterior. Comunidad qué te molesta, qué te perturba, qué te gusta… Otra forma de tomar las riendas de tu vida, ser asertivo y mejorar tu día a día. 

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