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Antes de nacer, vivimos en un medio acuoso dentro del útero materno donde nos desarrollamos y después comenzamos a vivir por nosotros mismos. Para sobrevivir venimos dotados de unos movimientos automáticos dirigidos desde el tronco encefálico que son los reflejos primitivos.
Estos movimientos automáticos nos permiten ayudar a descender por el canal del parto, o succionar, por ejemplo.
No obstante, estos reflejos deberían tener una vida limitada y dar paso a los reflejos posturales que están controlados por las partes superiores del cerebro. Esto permite nuestro desarrollo neurológico.
Si estos reflejos permanecen activos habrá una debilidad o inmadurez cerebral, y afectarán a nuestra percepción sensorial (integración sensorial) y cognitiva y a nuestras habilidades motoras finas y/o gruesas. Cuando integramos un reflejo, estamos adquiriendo una nueva habilidad.
Cuando nos estamos desarrollando, a veces ocurre que no conseguimos que ciertos procesos se realicen de forma automática y necesitan que nos esforcemos de forma continua y consciente, lo que conlleva a un agotamiento de forma prematura.
Detectar si un reflejo está integrado o no, nos puede dar pistas sobre qué está originando el problema del niño. Cuando hay varios reflejos, existe una gran probabilidad de que exista un retraso en el desarrollo neurológico. Cuando es así es aconsejable realizar un programa de ejercicios personalizado con el fin de integrar estos reflejos no inhibidos.
Los bebés humanos hacen una serie de movimientos estereotipados durante su primer año de vida que les permite su desarrollo. El Instituto de Neurología de Estados Unidos y de Suecia comentan que los patrones de movimiento especifico ejecutados durante los primeros meses de vida tienen en sí mismo un efecto inhibidor natural de los reflejos primitivos. Si estos movimientos no se han realizado, o no se han hecho lo suficiente los reflejos permanecerán activos.
Pero podemos darle una segunda oportunidad al cerebro a través de la práctica de un programa de ejercicios personalizados. Cuando integramos los reflejos podemos observar resultados a nivel motor, académico, coordinación mano-ojo e incluso emocional.
La Terapia de Movimientos Rítmicos se basa en la repetición de los movimientos naturales que hace el bebé de manera espontánea antes de empezar a andar. Es un tratamiento muy eficaz que se aplica a diversas patologías.
El doctor Harald Blomberg creo BRMT basándose en esta técnica.
La repetición rítmica pasiva y activa de estos movimientos estimula el encéfalo, buscando la maduración progresiva del tallo cerebral, cerebelo y ganglios basales, lo cual produce una maduración del cerebro y la corteza cerebral.
En APRENDO nuestras intervenciones combinan distintas técnicas y métodos, dirigidos a lograr un óptimo desarrollo neuromotor, corregir los patrones motrices que no son funcionales y lograr una adecuada integración de los reflejos primitivos.
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