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Monica Moreno Aguilera Psicologa
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La autopsia psicológica es un procedimiento pericial de primera línea en los casos de muerte con sospecha de criminalidad. El dictamen pericial del Psicólogo Forense aporta luz al caso y expone el motivo(s) de la muerte mediante la elaboración del perfil psicológico retrospectivo de la persona fallecida, así como su estado mental antes de que se produjese su fallecimiento. Su utilización nace en EE.UU., formando parte de la investigación criminal para definir la etiología médico legal y el círculo de sospechosos en los casos de muertes con sospecha de criminalidad.
El Sistema NASH (natural, accidental, suicidio, homicidio) permite dilucidar la naturaleza de la muerte que suele ser bastante más clara que el modo en que suceden los hechos. Hay casos en los que una investigación policialmente se culmina, pero no resulta suficiente para que los actores jurídicos apliquen los supuestos legales pertinentes. De ahí la relevancia de realizar una autopsia psicológica que auxilie al esclarecimiento legal de los hechos.
No existe procedimiento estandarizado, siendo la técnica MAPI es una de las más utilizadas y efectivas. Esta técnica propone 4 ámbitos a estudiar:
• Mental. Estudio de las habilidades y capacidades cognitivas (inteligencia, memoria, atención, juicio y cognición) del fallecido.
• Afectivo/Emocional. Análisis del desarrollo y cambios en el estado de ánimo. Supone un estudio del estado mental que detecte posibles predisposiciones a conductas o ideas suicidas como la presencia de episodios depresivos y otros trastornos mentales.
• Psicosocial. Antecedentes en la historia biográfica y de relaciones a lo largo de la vida del fallecido. Es relevante marcar los hitos vitales más importantes de su vida.
• Interpersonal. Estudio de las relaciones familiares y de amistad.
Existe un fenómeno colateral que es el efecto terapéutico que pueden llegar a tener las entrevistas psicológicas mantenidas durante la elaboración de la pericia con los allegados al difunto. Una muerte en circunstancias no naturales resulta una crisis vital de gran peso emocional para los familiares y cercanos de la víctima, más aún cuando la pérdida de esa vida es el resultado de la acción dolosa de terceras personas. La posibilidad de hablar con un psicólogo, aunque sea en un ámbito forense, descarga emocionalmente a la persona entrevistada. Es un momento en el que se puede expresar y desahogar de emociones e, incluso, obtener una visión profesional de las dudas que le puedan surgir respecto al momento que está viviendo.
La muerte, desde el punto de vista legal, es el cese definitivo de la actividad cerebral. La Medicina Legal, de hecho, reconoce el cese irreversible de la función circulatoria, respiratoria y del sistema nervioso central. Desde el punto de vista forense, es necesario distinguir entre:
Aquella cuyo origen y desarrollo son externos, ya sea debido a un mecanismo accidental, suicida u homicida. Cualquier evento ajeno al organismo que haya intervenido en el mecanismo fisiopatológico de muerte la convierte en violenta. Así, son violentas, entre otras, las muertes derivadas de lesiones por arma de fuego o arma blanca y las contusiones, pero también lo son todos los suicidios, las muertes diferidas cuyo origen esté en un traumatismo y las intoxicaciones.
El fallecimiento es atribuible a una tercera persona. En función de las tipologías penales, hablamos de homicidio o asesinato. El crimen en estos casos es evidente.
El fallecimiento se produce de forma indeliberada por el propio individuo. Las diferentes escenas del suicidio dan información acerca de la posible participación de un tercero en el proceso de muerte, pero no se puede inducir el crimen de forma tan evidente.
El fallecimiento es provocado por una acción violenta y repentina ocasionada por un agente externo involuntario que da lugar a una lesión corporal. En función de las características de dicho agente externo que produce el fallecimiento, podríamos inducir la comisión de un crimen tras una investigación de los detalles del accidente.
Aquella cuyo origen y desarrollo son internos, ya sea debido a un proceso natural, repentino o súbito. Es el mecanismo fisiopatológico de cese de actividad tanto en el Sistema Nervioso Central como en los Sistemas Cardio-Respiratorio el que produce la muerte del individuo.
Aquella cuyo origen y desarrollo son meramente internos a consecuencia de una patología o enfermedad de etiología diversa (infecciosa, tumoral, degenerativa…)
Aquella que sobreviene de forma rápida e inesperada en una persona por cuya salud aparente no cabría esperar este tipo de desenlace. y en la que no impresiona la intervención de un tercero a priori.
También sobreviene de forma rápida e inesperada, solo que existen antecedentes patológicos (agudos o crónicos) que la explican y hacen esperable el desenlace como fallecimiento.
Tanto en los casos de muerte natural como de muerte repentina, el proceso que culmina en la muerte es endógeno y cuando se produce por un proceso exógeno (P.Ej. una infección), este es espontáneo, por lo que no puede haber responsabilidad de terceras personas. Sin embargo, la muerte súbita se considera sospechosa de criminalidad dado que la falta de antecedentes patológicos que la justifiquen impide descartar la participación de una tercera persona que la convertiría en muerte violenta.
La decisión del médico forense que acude a la escena en la que aparece un cadáver respecto al tipo de muerte ante el que se encuentra, debe estar guiada por la valoración de la exactitud con la que se pueda atribuir a criterios exclusivamente médicos la causa del fallecimiento. Si la causa del fallecimiento responde a una causa meramente médica, se procede a firmar el Certificado de Defunción necesario para la inscripción del fallecimiento en el Registro Civil y la posterior emisión de la licencia de inhumación. Si esta causa no se puede atribuir con certeza a criterios médicos, el médico forense ha de emitir un Parte Judicial de Defunción que dará inicio a la investigación de dicha muerte.
Para ello, es necesario conocer los antecedentes del fallecido con el mayor detalle posible más allá de la autopsia del cuerpo (entrevista con allegados, documentación médica, historia clínica…) Los servicios de patología forense están especializados en realizar autopsias en aquellos casos en los que se produce una muerte súbita en las que, en la mayoría de los casos, se demuestra que tuvo origen natural. Sin embargo, se ha demostrado que es necesario un estudio más amplio para conocer realmente si existen o no los indicios de criminalidad que darían pie a iniciar una investigación forense-criminal.
La intervención del Psicólogo Forense desde el inicio de la investigación en colaboración con las fuerzas y cuerpos de seguridad, médicos forenses, abogados y criminólogos permite que la recolección de datos permita concluir un perfil psicológico post mortem que ayude a esclarecer los casos de muerte con sospecha de criminalidad en base a:
• Información personal del fallecido (nombre, apellidos, edad, sexo, ocupación, religión, estado civil, documentación personal como notas del colegio o vida laboral, información extraída del entorno del fallecido, etc.).
• Detalles de la muerte (escena de los hechos y vaciado de autos) Evaluación de la intención y letalidad del método de muerte
• Historia de la familia de origen y de la propia (hermanos, esposa, enfermedades médicas y tratamientos, intentos de suicidio, etc.).
• Historia de muertes familiares.
• Modelos familiares de reacción frente al estrés.
• Tensiones recientes o problemas del pasado.
• Historia de alcohol y drogas en la dinámica familiar.
• Relaciones interpersonales.
• Fantasías, sueños, presentimientos y pensamientos frente a la muerte, suicidio o accidentes que precedieron la muerte.
• Cambios en los hábitos, aficiones, alimentación, patrones sexuales y otras rutinas antes de la muerte.
• Información que relate los planes de vida.
• Reacción de las personas que recibieron la noticia de la muerte.
Limitaciones y confiabilidad de la autopsia psicológica
• Falta de estandarización. Genera gran controversia e impide un mayor reconocimiento de la Autopsia Psicológica dentro de las Ciencias Forenses. Sin embargo, es una técnica nueva sobre la que los estudios científicos están proliferando recientemente.
• Paso del tiempo. Se estima que el momento óptimo para la realización de la autopsia psicológica es entre 1-6 meses tras el fallecimiento. Fuera de ese margen, el paso del tiempo y el proceso de duelo pueden influir en la nitidez del recuerdo, comprometiendo la confianza y objetividad de la información recabada pasados los 6 meses del fallecimiento.
• Subjetividad. El hecho de que la evaluación psicológica sea retrospectiva y post mortem convierte el objeto de estudio en susceptible al criterio del evaluador. Por este motivo, es recomendable la elaboración por parte de varios peritos y de forma interdisciplinar.
Una Autopsia Psicológica interdisciplinar permitirá resolver la mayor parte de las dudas que puedan surgir ante la aparición de un cadáver en una escena de muerte violenta. Es importante recordar que el Psicólogo Forense se encuentra al servicio de la Administración de Justicia por lo que será el encargado de explicar cómo se han dado los hechos ocurridos.
Por otro lado, aunque la autopsia psicológica de uso clínico se orienta a verificar las dimensiones psicopatológicas a la base de un suicidio y la identificación de perfiles de riesgo y factores asociados, comparte un interés común con la autopsia psicológica de uso forense por la valoración del estado mental del sujeto explorado; sin embargo, esta última tiene como objetivo valorar–en los casos de muerte equívoca o indeterminada–si la condición psicológica o psicopatológica de la víctima era compatible con un suicidio y, en alternativa, con una muerte accidental o con un homicidio.
En este contexto forense surge la autopsia psicológica, a partir de la necesidad de resolver casos cuya etiología de muerte–natural, accidente, suicidio u homicidio–resulta dudosa, transformándose con los años en un instrumento de investigación de primer orden en áreas como la psicología clínica y la criminología.
Como toda metodología de investigación criminal, se sustenta a partir de la evidencia factible de encontrar, tanto en el sitio de suceso como en el transcurso de la indagatoria, práctica científica que tiene su fundamento en el principio de intercambio de Locard (1923/2010) Esta regla criminalística sostiene que cuando dos objetos entran en contacto inevitablemente se produce una transferencia de material entre ambos, de forma tal que cualquier persona que transite por un lugar determinado dejará o se llevará sobre sí vestigios de su paso. Desde este paradigma se entiende, como premisa fundamental, que para un criminal resulta imposible actuar sin dejar rastros de su presencia, así como también abandonar la escena del crimen sin llevarse evidencia consigo.
Entender este principio criminalista resulta esencial, por cuanto no solamente es aplicable al intercambio de evidencia física, sino también a la transmisión de evidencia conductual, pues siempre hay algo que se deja atrás y, ante la usencia de la víctima –sea por su desaparición o por su muerte– e inexistencia de testigos, la evidencia–física y/o conductual constituye la única fuente de información que podría permitir revelar las circunstancias de la muerte y la criminodinámica del delito.
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