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El miedo a la oscuridad es un sentimiento de angustia, o de fuerte incomodidad, que una persona percibe cuando se encuentra en ambientes oscuros.
El miedo a la oscuridad, también conocido como “nictofobia”, este trastorno fóbico es bastante común entre los niños, mientras que es menos común en los adultos. Por lo general, la nictofobia no es el miedo a la oscuridad en sí, sino el miedo a los peligros (reales o imaginarios) que pueden estar ocultos en la oscuridad.
El trastorno fóbico se desencadena, por lo tanto, por la percepción desfigurada del cerebro de lo que podría suceder en un entorno oscuro. El temor a la oscuridad también puede manifestarse temporalmente cuando el sujeto se asusta por episodios de la experiencia, pensamientos negativos o ideas consideradas como una amenaza (como por ejemplo un asalto, un robo, una separación, etc.. ).
El miedo a la oscuridad es básicamente una forma de ansiedad que se manifiesta cuando el sujeto se expone a un peligro potencial o imaginario, sin tener control sobre lo que está sucediendo. Este trastorno se observa raramente en niños menores de 2 años de edad.
El miedo a la oscuridad puede desencadenarse de tres maneras:
Algunos investigadores, empezando por Sigmund Freud, consideran el miedo a la oscuridad como una manifestación del trastorno de ansiedad por separación. Por otro lado, esta fobia suele producirse durante la infancia, justo cuando los niños aprenden a desprenderse y a independizarse de sus padres, emprendiendo un camino hacia la búsqueda de la autonomía.
La persona que sufre de nictofobia manifiesta una ansiedad insoportable, en condiciones de oscuridad o incluso ante el mero pensamiento de tal situación. En el caso del miedo a la oscuridad, este sentimiento se traduce en la incapacidad de dormir con las luces apagadas y el miedo a estar solo. El temor a la oscuridad produce síntomas tales como:
Para frenar el miedo, las personas fóbicas implementan estrategias de evasión, es decir, intentan no exponerse a la oscuridad, retrasando la hora de acostarse y/o siguiendo un ritual (comprobar que las puertas estén cerradas, que no haya nadie debajo de la cama, etc.).
Si te comportas de esta manera es posible que tengas nictofobia.
En muchos casos, la nictofobia es un fenómeno transitorio, destinado a desaparecer espontáneamente. Sin embargo, si persiste durante varios meses, el miedo a la oscuridad puede ser abordado con el apoyo de un psicólogo. Puede ayudar al sujeto a comprender las razones de su fobia y podrá indicarle los remedios o el camino terapéutico más apropiado.
Para enfrentar el miedo a la oscuridad, es bueno acostumbrarse a la oscuridad desde la infancia. El enfoque debe ser gradual y natural, evitando que el niño experimente una sensación de soledad o un cambio abrupto de la rutina. Para superar el miedo a la oscuridad, puede ser útil mantener encendida una pequeña luz nocturna para que el niño pueda observar la realidad del dormitorio y no pierda el control del entorno. Por lo tanto, en general, debe evitarse el visionado de películas de terror o particularmente violentas antes de ir a la cama.
Un tratamiento efectivo consiste en exponer gradualmente a la persona a su miedo. En este sentido, es necesario familiarizarse con la oscuridad, planificando las actividades a realizar, primero en media luz, y luego, aumentando el nivel de oscuridad.
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