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Llegó septiembre y con él la vuelta a las aulas regadas de sentimientos encontrados.
Padres y profesionales sentimos una mezcla variopinta de emociones que nos llevan acompañando semanas. Nos ha tocado vivir una situación compleja, sin precedentes. En marzo el mundo se paró debido a la pandemia del COVID 19, los niños han vivido meses en casa bajo nuestra ala y desde entonces llevamos la incertidumbre por sombrero. Todo ello nos puede hacer difícil mantener la calma en todo momento y normalizar la “nueva normalidad” con soltura.
Por un lado, el instinto nos empuja a proteger a los pequeños (y no tan pequeños) y querer meterlos en una burbuja por miedo a que enfermen, pero también por los contagios, confinamientos y malabares consecuentes.
Pero, en paralelo, somos conscientes de que la vida sigue y el sol nunca deja de salir. Los niños nos han demostrado con creces su gran capacidad de adaptación pero ya han sufrido bastante y no tienen culpa de nada. Es hora de la vuelta al cole.
Dentro del abanico de necesidades en la infancia y adolescencia están las relaciones sociales, que de un día para otro se vieron reducidas al ámbito de cada casa, sin poder ver “en directo” a sus familiares y amigos durante semanas, incluso meses.
Necesitan la vuelta al cole para relacionarse pero también, jugar libremente y con estructura, hacer amigos nuevos, volver a empaparse de conocimiento, números y letras, llenarse de plastilina y pintura de dedos, partituras, carreras, risas, también llantos, caídas y levantadas, …desarrollarse como seres independientes y autónomos y vivir miles de aventuras.
Para nosotros gestionar el miedo, la preocupación y la angustia, las ganas de ver y abrazar a nuestros seres queridos y la incertidumbre no es tarea fácil y es humano y natural que nos desborden alguna vez. Permitirnos todas las emociones para “colocarlas” ayudará a que no nos arrastren y limiten de manera generalizada.
Como estar constantemente supervisando y protegiendo a nuestros hijos no es posible ni sano, la alternativa más positiva es dotarles de herramientas de adaptación y enfrentamiento, transmitirles seguridad, confianza, ser modelos y enseñarles a cuidarse y a cuidar.
Feliz vuelta al cole, con la mochila llena de ilusiones y gel hidroalcohólico.
Marta de Dios
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