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Mindfulness vs. meditación, el todo vs. la nada: ¿en qué se diferencian?

Marpol Ventanas Actualizado: 2 de febrero de 2022 Publicado: 5 de enero de 2022

Si hay dos conceptos que están muy de moda actualmente son los siguientes: el mindfulness y la meditación. Pero a menudo, se confunden o no se conoce exactamente a qué hacen referencia. 

Para empezar, hay que dejar claro que no son lo mismo. Tienen diferencias clave en su origen, finalidad y práctica, así que si quieres poner en práctica uno de los dos, o los dos, has de conocer en qué consisten. 

Es por ello que, a continuación, te contamos todo lo que tienes que saber sobre el mindfulness y la meditación. ¡Sigue leyendo para no perdértelo!

Mindfulness vs. meditación: todo vs. nada

Estos dos términos se confunden habitualmente porque se suele pensar que son lo mismo, pero esto no es cierto. Aunque más adelante hablaremos de cada uno de forma individual, en primer lugar vamos a poner el foco en qué se diferencian. 

La principal divergencia que encontramos es que si mindfulness es el “todo” (por la atención consciente plena que busca su práctica), la meditación es la “nada” (por la claridad mental que se consigue al meditar). 

El mindfulness

El mindfulness, como hemos dicho, busca la atención plena del momento actual en que se vive, y hacerlo con interés, aceptación y especial curiosidad. Si bien es cierto que esta práctica tiene muchísima historia detrás, no es desde hace 30 años que se ha implantado en la Medicina y Psicología de Occidente. 

Se utiliza, de forma resumida, para mejorar el bienestar y la salud de las personas. Reduce el estrés y aumenta la conciencia de uno mismo, mientras reduce el malestar físico que puede generar la angustia del día a día. 

El mindfulness, además, no es algo momentáneo, sino que va más allá. Se trata de una práctica por la que reeducar nuestra forma de relacionarnos con el mundo y el entorno: qué ocurre en el “aquí y ahora”. 

De forma consciente, permite trabajar con el estrés, dolor o desafíos diversos que nos plantea la vida. Y es que, por mucho que no nos demos cuenta, una vida con otra manera de pensar (es decir, una vida sin ser consciente del momento presente), es una vida llena de preocupaciones, tanto por lo que ha ocurrido como por lo que puede llegar a suceder, de olvido y aislamiento… 

Una vida sin mindfulness se vuelve una vida mecánica, automática y sin una adaptación adecuada a lo que nos rodea. Esto crea un desequilibrio interno que solo podremos recuperar a través de esta práctica u otras similares. 

¿Cómo se practica?

Una diferencia abismal que encontramos en el mindfulness y la meditación es la forma que tienen de practicarse. En el caso del mindfulness, destacar que se puede practicar en cualquier momento y lugar (de ahí que busque conseguir consciencia plena en el “aquí y ahora”). Además, no importa si estás acompañado o no. Los pasos que puedes seguir para ponerlo en práctica son los siguientes:

  • Encuentra un espacio tranquilo: estos espacios son los ideales donde comenzar tu camino en el mundo del mindfulness, puesto que es más fácil de conseguir la atención plena que buscamos. Busca un espacio donde las distracciones sean mínimas, preferiblemente sin ruido. Puestos a pedir, ¿por qué no un lugar de la naturaleza? Imagínate la vegetación, el ruido casi inaudible de los pájaros a lo lejos, el olor a hierba… No se nos ocurre un lugar mejor donde desprenderte de tus obligaciones, responsabilidades y estrés. 
  • Siéntate, ¡y no te olvides de poner la espalda recta!: es muy importante ser consciente de la postura en que nos sentamos, ya que habitualmente lo hacemos sin pensar y terminamos con la forma de una gamba. En el mindfulness, la postura óptima es la de los monjes budistas, con las piernas entrelazadas. Pero no es obligatorio, puesto que lo importante es que te encuentres cómodo. 
  • Respira con control: la respiración controlada es una parte imprescindible del mindfulness que, eventualmente, se hará de forma inconsciente. Respira hondo y pausadamente, centrando la atención en un punto concreto durante todo el tiempo que dure la práctica. 
  • Observa tu cuerpo: cierra los ojos y céntrate en qué le ocurre a tu cuerpo. Cómo sube y baja tu pecho al respirar, cómo late el pulso en tu muñeca, cómo los ojos tienen alguna que otra palpitación…

La meditación

La meditación es una práctica por la cual se obtiene claridad mental, aunque puede tener otros objetivos, como desarrollar valores positivos en nuestra persona (la compasión, el perdón…). 

Al igual que el mindfulness, la meditación es una práctica ancestral con muchísima historia que se ha vuelto parte de nuestro mundo hace relativamente poco. Al igual que la anterior práctica, esta busca mejorar el bienestar de las personas. 

Es en la última década donde encontramos el auge de la meditación, y si se ha generalizado es gracias a la democratización de los recursos en este ámbito: cada vez surgen más herramientas para ponerla en práctica, incluso gratuitas. Es, básicamente, un fenómeno global. 

Pero, ¿qué hace exactamente la meditación? Decíamos que busca mejorar el bienestar y la salud, pero no hemos comentado que la manera que tiene de hacerlo es a través de una reducción considerable del estrés. Además, tiene la capacidad de alterar las emociones que sentimos. 

¿Cómo se practica?

A la hora de practicar la meditación, hay varios métodos. Puedes hacer yoga o, simplemente, centrarte en tu respiración mientras liberas tu mente. 

Los pasos son muy similares a los de la práctica del mindfulness (escoge un lugar tranquilo, siéntate con una postura correcta, centra tu atención en la respiración). Pero, tras la respiración, cambia. 

  • Acepta tus pensamientos: para llegar a la claridad mental tan deseada, has de aceptar los pensamientos que te surgen. Déjalos ir, sigue adelante. Entre estos pensamientos encontramos todo tipo de problemas, que pueden ser personales, económicos, laborales… incluso inseguridades. Hay quien piensa que la clave para un bienestar emocional y psicológico es evitar estos pensamientos, impedir que pasen por nuestra mente. Pero lo cierto es que lo ideal es hacer que estos no se refugien, pero sí se nos pasen por la cabeza. Así que acepta cómo te sientes, pero no le des mayor importancia, déjalos ir. 

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