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Desde marzo de 2020 vivimos una situación excepcional de emergencia sanitaria a nivel mundial, que pone al descubierto los límites del control que tenemos para hacer frente a desastres inesperados que, inicialmente, nos superan.
Desde que el COVID 19 se conoció a mediados de febrero se han venido realizando esfuerzos sin precedentes para su control, logro que aún no se ha alcanzado. Hemos sufrido pérdidas de seres queridos, amistades, trabajos, y una limitación de las relaciones sociales. Nuestra vida gira en torno a la protección frente a la enfermedad.
En esta situación de crisis y emergencia global las estrategias habituales de adaptación que hemos aprendido pueden no ser demasiado útiles o directamente fallar. Las representaciones que tenemos para afrontar crisis, nuestros “mapas mentales” no funcionan, no nos valen para ir donde queremos ir. No sabemos cómo reaccionar a los sucesos que nos desbordan, a tantas pérdidas que ocurren a nuestro alrededor, vemos reducidas las posibilidades de relación por la recomendación de limitar los contactos sociales.
Podemos afirmar que la situación actual es, para muchas personas, una situación traumática. La definición de trauma en el Diccionario de la Real Academia, en su segunda acepción es: “choque o sentimiento emocional que deja una impresión duradera en el subconsciente, generalmente a causa de una experiencia negativa”.
“Trauma” también puede ser una situación que se prolonga en el tiempo, aunque no sea de alta intensidad. La situación traumática supone un impacto para la persona que bloquea y desorganiza su comportamiento, impidiendo la integración de la experiencia.
Las personas bajo la influencia de un trauma pueden manifestar patrones rígidos de comportamiento o conductas caóticas, irritación, temores o pánico, desbordamiento de imágenes y sensaciones corporales (flashbacks), despersonalización y disociación de las experiencias con anestesia emocional en diversas situaciones cotidianas.
Para lograr la integración de estas experiencias traumáticas, uno de los recursos más valiosos es la interacción social. Conseguir apoyo o pedir ayuda es el primer paso, poder expresar y comunicar la experiencia facilita la recuperación. El objetivo es lograr una integración de la experiencia, poder volver a estar al timón de la propia vida.
La primera tarea es la creación de un lugar seguro desde el que trabajar. Para lograr la regulación emocional debemos trabajar en la aceptación progresiva de las sensaciones corporales.
Después podemos explorar las interrelaciones entre estas sensaciones, las emociones y los pensamientos. ¿Qué significado tienen los sentimientos que se experimentan?
Poco a poco se busca restablecer un significado que nos permita recordar la experiencia como un todo, una narración con sentido que pueda explicar de algún modo lo vivido y pueda volver a restaurar de alguna manera la percepción de ser agente de la propia vida.
En estos momentos debemos buscar el equilibrio entre la protección y la exploración en nuestras vidas, debemos pensar en el horizonte que esta situación nos deja y lo que queremos hacer desde ahora-recordando todo lo que está pasando- en nuestro futuro. Estos tiempos nos invitan a plantearnos, y replantearnos, los valores que queremos expresar en nuestras vidas y dirigirnos de forma coherente hacia aquellos propósitos que nos lleven a una nueva integración más allá de esta pandemia.
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