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Cuando hay una separación o divorcio hay que tener especial cuidado si hay hijos de por medio. Y es que los divorcios conflictivos pueden afectar negativamente en el desarrollo emocional de los hijos, presentando somatizaciones (dolores de cabeza, de tripa…), problemas de regulación emocional, retraimiento social, irritabilidad, comportamientos disruptivos…
Incluso, a largo plazo, los niños pueden desarrollar ansiedad o sintomatología depresiva, además de problemas de autoestima. Por supuesto, un divorcio conflicto también influye en la manera en que los hijos se relacionan con los demás, y pueden incluir la mentira, el chantaje y el engaño en su día a día.
No solo esto, sino que además puede aparecer miedo al rechazo, inseguridades, sentimiento de abandono y desconfianza. Es por ello que lo ideal es llevar a cabo una separación o divorcio amistosa.
Los expertos dicen que la mejor solución para los niños, a excepción de algunos casos concretos, es la custodia compartida. Pero no solo esto, puesto que también hay que tener presente qué hacer y qué no hacer.
Si quieres descubrir cómo hacer que los niños sufran lo menos posible en un divorcio, ¡sigue leyendo para no perdértelo! A continuación, te lo contamos.
Es importante animar a los hijos a compartir sus sentimientos, ya sean positivos o negativos. En cualquier situación en general, pero en un divorcio en particular. Eso sí, no se pueden mezclar los sentimientos de los hijos con los de los padres, puesto que hay que diferenciar.
El niño tiene que saber que como se siente es normal, comprensible, completamente válido e importante. Además, deben saber que una conversación de este estilo puede ser difícil y dolorosa, y que eso está bien.
Lo que deben evitar los padres es intentar cambiar cómo se sienten los hijos, negando sus emociones. Los padres tienen que escuchar a los hijos, así como agradecerles por la sinceridad y compartir lo que piensan.
La idea de ayudar a los niños a manejar sus emociones para hacer que sufran lo menos posible en un divorcio no puede darse una vez y dejar el tema, sino que debe ser una conversación recurrente. Los niños irán creciendo y, con ello, aparecerán nuevas dudas o pensamientos.
Muchos padres creen que es mejor que los hijos no sepan lo que ocurre. Pero lo cierto es que hay que explicar qué sucede, de forma clara y concisa, siendo objetivos. Si no fuera así, el niño podría llegar a pensar que es su culpa, o bien que todo volverá tarde o temprano a la normalidad.
En un proceso de divorcio o separación, los sentimientos de hostilidad entre cónyuges son más que habituales y comprensibles. Pero, si hay hijos de por medio, hay que dejarlos de lado. Los reproches, los miedos, el enfado…, deben pasar a un segundo plano, puesto que la prioridad es el bienestar del niño.
Lo ideal tras una separación, es que la familia siga más o menos unida, para que los niños sufran lo menos posible en un divorcio. De esta manera, los hijos aprenderán que las relaciones adultas implican amabilidad y cordialidad.
La salud psicológica y emocional de los niños se verá reforzada si el ambiente es bueno entre los padres.
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