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Pensemos en nuestra actitud respecto del trabajo. Podemos aspirar a un buen trabajo, desde el punto de vista económico, por ejemplo. Pero quizás para nosotros es importante el horario, y sacrificamos un dinero por un horario que no nos “esclavice”. O consideramos importante que esté cerca de casa, para no padecer atascos, horas punta, etc.
Crecer en el trabajo
Quizás no nos importen estas cosas, sino la posibilidad de promocionarnos. Quizás, entonces, continuamos nuestra formación, hacemos cursos fuera del horario de trabajo para poder progresar.
Consecuencias
Eso supone en muchos casos menos tiempo para la diversión, la familia o la pareja. Ahora pensemos en una pareja. No tienen, los dos, el mismo criterio. Uno se acomoda a lo que tiene: un trabajo estable, no muy creativo, pero… ¡qué se le va a hacer! ¡Todo no se puede pedir!
El horario es bueno, termina pronto… sábados y domingos libres. El otro miembro de la pareja, en cambio, es más ambicioso. Su trabajo le gusta, puede aprender más. Así que hace cursos, acaba tarde. Y su trabajo incluye el sábado. Menos horas para la familia.
Claro que comienza a ganar más dinero. Y se le plantea la alternativa: ¿Seguir o abandonar?
La alternativa es seria, porque supone que deje de crecer. Lo que ocurre, la mayor parte de las veces es que se renuncia al crecimiento. Así que la medida la pone el más “pequeño”.
Pero podemos contemplar la situación desde otro punto de vista y preguntarnos: ¿Por qué una persona renuncia a crecer? ¿Por qué, por ejemplo, no aspira a un trabajo mejor, donde independientemente de las condiciones económicas pueda estar más a gusto como persona?
A veces estos problemas se plantean cuando estamos por cambiar de ciclo. De la primaria a la secundaria, del bachillerato a la universidad, de la universidad a… ¡quién sabe! Algunos estudiantes comienzan a tener problemas al acercarse el fin del ciclo educativo. La perspectiva del cambio les genera temor, y fracasan. Lo que sucede en estos casos es que, si la cosa va a más, llegan a la consulta porque alguno de su casa, sus padres si es pequeño o adolescente, o él mismo, si ya es mayor, reconoce que no sabe qué le pasa. Y necesita aclararse.
En el caso del comienzo la gente no suele consultar porque existe la creencia de que ser ambicioso no es bueno. O que, si se generan conflictos, lo que se debe salvaguardar es la pareja, o la familia, cuando todos sabemos que el trabajo, teniendo en cuenta las horas que nos pasamos en él, es importante que sea satisfactorio.
Y los años que dedicamos a la formación no son tantos y solemos hacerlo en la juventud. Por eso, quizás, más que en pensar en renunciar a nuestras aspiraciones, debemos revisar las actitudes que consideran que ya “han llegado”, cuando se tienen menos de treinta años, por ejemplo. Como decíamos en el título, crecer es una decisión, y todos podemos tomarla.
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