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Lo primero sería definir lo que es una emoción, entendiéndola como un sentimiento o un estado de ánimo que sentimos en determinada situación, o como reacción a algo que pensamos.
Por ejemplo, cuando verbalizamos la expresión “estaba como un flan”, queremos decir, que ante una situación estoy nervioso, con incertidumbre.
A veces nos resulta más sencillo expresar como nos sentimos mediante frases como la citada anteriormente, pero expresar como nos sentimos, lo que sentimos es muy necesario y nos ayuda a conocernos a nosotros mismos a la vez que tiene la utilidad de que los demás nos conozcan un poco más.
Hay unas emociones que definimos como básicas: alegría, tristeza, ira, miedo y asco.
La combinación de estas emociones básicas, dan lugar a emociones complejas y más desarrolladas, como pueden ser, la euforia, el sufrimiento, el orgullo, esperanza, entre otras. No existiendo a su vez emociones buenas ni malas, ni positivas ni negativas, clasificándolas en agradables y desagradables.
La diferencia con los sentimientos es que estos son interpretaciones conscientes que hacemos de las emociones que vamos experimentando a lo largo del día.
Las emociones se sienten tanto a nivel fisiológico (cómo nuestro cuerpo reacciona ante ellas), a nivel conductual (como reaccionamos o actuamos cuando experimentamos la emoción) y a nivel cognitivo (que pensamientos tenemos, que pensamientos asociamos a esa emoción); esto nos ayuda a identificarlas tanto a nivel personal, como en los demás.
Para mí, es muy importante que los niños sepan reconocer las emociones en ellos y en los demás para que de esta manera, puedas desarrollar habilidades desde pequeños que pueden ayudarles y pueden ser muy útiles a lo largo de su vida, como puede ser la empatía, la escucha activa… para ello, los padres y madres tienen que saber identificar sus emociones y así poderle explicar que emoción está sintiendo.
Lo voy a explicar mediante un ejemplo, un padre está sentado en el sofá, cabizbajo, a punto de llorar, llega su hija y le pregunta: “¿Qué te pasa papá?”, el padre le responde: “Nada hija, todo está bien”, en este caso, la hija va a asociar que el mostrarse así como está su padre es algo agradable.
Si explicamos la misma situación pero en este caso el padre le responde: “Papá ha tenido un mal día en el trabajo, estoy preocupado”, la hija va a asociar la actitud de este con algo desagradable, siendo así la emoción correcta.
Podemos ayudarles a controlar las emociones mediante la escucha activa, permitiéndole sentir, haciéndole entender que no es malo, mostrando las emociones propias y ponerle nombre a las mismas.
No es del todo bueno proteger excesivamente a los pequeños de lo malo, ya que se les hace ser personas más vulnerables, “se pueden encontrar en una burbuja”, pudiéndose encontrar en un futuro con situaciones que no van a saber enfrentar, impidiéndoles también desarrollar sus propias habilidades de afrontamiento frente a problemas cotidianos.
De esta manera, los niños se sentirán más seguros frente a la vida real.
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