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La salud mental es muy importante en todas y cada una de las etapas de la vida. A veces se nos olvida que los niños también pueden tener problemas y que su bienestar emocional y mental puede verse afectado por diversas causas.
Estos pueden tener ansiedad, depresión, trastornos de la conducta, trastornos por déficit de atención e hiperactividad, trastornos por estrés postraumático… En definitiva, prácticamente los mismos que un adulto.
Entre estas afecciones que puede sufrir un niño, encontramos el mutismo selectivo. De forma resumida, consiste en la dificultad para comunicarse de forma verbal en algunas situaciones concretas. Estas pueden ser eventos sociales, situaciones desconocidas, con personas con las que no ha tenido trato, etc.
Esta dificultad para hablar hace que el niño no se adapte adecuadamente a su entorno, además que le genera un sufrimiento innecesario. Es por ello que conviene conocer esta afección, para reconocerla, prevenirla o tratarlo. A continuación, te contamos todo lo que tienes que saber al respecto.
Ya hemos comentado que este trastorno afecta a la adaptación al entorno, a la vez de crear malestar en el niño. Pero no solo esto, sino que también complica el desarrollo afectivo-emocional. Se ve alterado su desarrollo social, académico y personal.
Por supuesto, la gravedad de las consecuencias depende del grado del mutismo, es decir, de la cantidad de situaciones en las que el niño rechace hablar.
No son tanto consecuencias como rasgos de la personalidad de quienes suelen tener este trastorno: timidez, aislamiento social, dependencias o perfeccionismo. Con estas características, es posible que el niño entre en un bucle del que sea cada vez más difícil salir.
Respecto a las causas, estas son psicológicas. Sobre todo, es una afección que se asocia a la ansiedad. Principalmente, a la ansiedad social.
Las situaciones sociales, los eventos desconocidos y poco familiares se convierten en una amenaza. El niño tendrá pánico a ser juzgado por los demás, a responder incorrectamente, a equivocarse, etc. Y todo ello lleva al bloqueo del habla.
Es fundamental conocer los síntomas del mutismo selectivo infantil. Y es que es la única manera de reconocerlo y, posteriormente, tratarlo.
A parte del mutismo como tal, encontramos dolor estomacal, náuseas, vómitos, dolor corporal, dolor de cabeza y de pecho, incluso dificultad para respirar.
La ansiedad y la posible marginación de los compañeros por el mutismo, termina creando molestia y sufrimiento evidente en el niño.
La mayoría de niños que tienen mutismo selectivo sufren demoras en el desarrollo. Esto puede verse representado de numerosas maneras.
Por ejemplo, con discapacidades múltiples y trastornos del espectro autista: trastorno generalizado del desarrollo, autismo o asperger.
Debido a esta tardanza en el desarrollo, los niños se ven afectados a nivel motor, de comunicación y/o social.
En la mayoría de los casos, los niños con esta afección son testarudos, mandones, dominantes y suelen estar de malhumor.
Respecto a cómo se comportan, encontramos cambios drásticos e inexplicables de humor, llantos, aislamiento, negación…
Además, como son niños que buscan el control el todo, los cambios pueden ser procesos traumáticos. Ellos quieren un orden y una estructura.
De todas formas, cada niño es un mundo. Así que habría que evaluar en cada caso qué otros comportamientos son consecuencia de la ansiedad. Una forma de verlo es en situaciones en las que no se sienta cómodo (el colegio, una situación social). Ahí pondrá en práctica sus mecanismos de defensa aprendidos para gestionar, de mala manera, la ansiedad.
Si bien hemos dicho que los niños con este trastorno tienen una enorme dificultad para comunicarse verbalmente, lo cierto es que también la tienen para comunicarse de forma no verbal.
Esto supone que no puedan señalar, asentir o negar, o hacer cosas que se consideran tan básicas como saludar, despedirse y dar las gracias. Es por esto que, muchas veces, parecen niños maleducados, cuando en realidad es la ansiedad la que les impide llevar a cabo estos sencillos actos de comunicación.
Habitualmente, los niños que sufren un mutismo selectivo son susceptibles y sensibles a numerosos elementos externos (multitudes, luces, sonidos, el tacto de algunas superficies).
Esto se debe a que tienen los sentidos acentuados, además de problemas para autorregular sus sentimientos y percepciones.
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