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En la década de los 60, se conoció un trabajo científico en el cual se detallaba un patrón de conducta repetitivo en algunas personas, caracterizadas por un tipo de comportamiento excesivamente huraño, confinados en sus hogares y sin querer hacer contacto con otras personas.
En 1975 se conoció como síndrome de Diógenes, en reconocimiento al filósofo de la época de Aristóteles, que preconizó un modo de vida austero, en el que rechazaba cualquier tipo de comodidad.
Generalmente afecta a las personas mayores de 65 años; suele aparecer como el resultado de patologías previas, como trastornos de personalidad compulsivo-obsesiva, hábito de coleccionismo u otras que pueden agravarse.
Por lo menos el 50% de los pacientes sufren algún tipo de afectación mental, los cuadros más frecuentes suelen ser los trastornos de personalidad, la demencia y la depresión psicótica. El síndrome se presenta menos en hombres y más en mujeres, sobre todo, en las que han enviudado.
Las principales conductas están asociadas al aislamiento social, el abandono de la higiene personal y la reclusión en el hogar.
Las personas que sufren este síndrome, llegan a acumular una descomunal cantidad de basura en su domicilio y vivir en condiciones de extrema pobreza por voluntad propia.
También pueden acumular una buena cantidad de dinero en sus domicilios o en el banco, sin ni siquiera tener conciencia de lo que tienen.
Suelen no saber que padecen de una enfermedad y rechazan cualquier ayuda externa; no saben razonar sobre los motivos de su conducta y, en algunos casos, las respuestas resultan psicóticas.
Las funciones cognitivas están visiblemente alteradas y no se halla una guía a la hora de acumular los objetos.
La prevención de este tipo de patología viene dada por la vigilancia de la familia.
Hay que prestarles mucha atención a aquellos comportamientos tendentes hacia el aislamiento o a mostrarse descuidados.
Se pueden distinguir dos tipos:
Uno, puede producirse en personas que no sufren de otras patologías psiquiátricas declaradas.
El otro, tiene que ver con trastornos psiquiátricos crónicos que sufren las personas.
La familia es la encargada de informar sobre las conductas, ya que el paciente no tiene conciencia de ello y no lo hará por sí mismo.
Junto a la familia, el especialista debe diagnosticar certeramente si se trata de este síndrome o si se trata de un trastorno compulsivo obsesivo de la personalidad. Los pacientes con esta segunda patología, muestran un comportamiento egosintónico y alegan que los objetos que guardan tienen utilidad.
Es imperativo el control y seguimiento del paciente para observar los patrones de conducta, ya que cuenta con 46% de mortalidad de los afectados en los 5 años posteriores al diagnóstico.
El tratamiento encara las posibles complicaciones a causa de la mala nutrición y el deplorable estado de higiene. Debe asegurar e instaurar medidas para evitar que las conductas y el cuadro general vuelvan a repetirse, para ello es necesario un apoyo social consistente o de ayuda domiciliaria para evitar la hospitalización.
El asunto estriba en que, si no existe un cuadro de patología de base psiquiátrica o de demencia, no podrán ser hospitalizados sin su consentimiento, y volverán a su esquema de vida anterior.
Pero, en caso de que la persona acceda a ser ayudada, además de la familia, será muy importante hacer una limpieza profunda y desinfección de la vivienda, muchas veces es preferible acudir a una empresa especializada.
Se necesitará la participación de otros especialistas, ya que será necesario tratar las emociones, algunos pensamientos determinados, volver a restablecer las habilidades de socialización, comunicación y los hábitos de higiene.
A la ancianidad y el aislamiento, puede sumarse otras circunstancias estresantes como dificultades económicas, la muerte de un familiar, pero, sobre todo, la soledad.
La solvencia económica no es garantía para no padecer este síndrome, pues existen casos de personas que lo padecían y habían realizado carreras universitarias, tenían un nivel económico alto y una trayectoria profesional brillante.
Se recomienda a los familiares vigilar a sus parientes mayores que vivan solos, especialmente, si notan algún comportamiento que denote algún factor de riesgo.
Sin embargo, en muchas oportunidades resulta complicado ayudar a los pacientes, pues ellos mismos evitan toda atención. Esto conlleva a debatir sobre la posibilidad de que se trate realmente de una enfermedad o es un estilo de vida.
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