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El ser humano ha vivido constantemente acompañado de bebidas alcohólicas. Desde las civilizaciones más antiguas hasta nuestros tiempos, beber siempre ha sido una de las actividades ociosas favoritas, ya fuese para celebrar algo o como acompañamiento de un plato de comida.
Algunos expertos aseguran que una copa de vino tinto al día, por sus propiedades antioxidantes, puede ayudar a mantener las células jóvenes, pero al mismo tiempo el alcohol puede causar, especialmente a largo plazo, serios problemas en el organismo. Ni que decir tiene que el consumo continuado o abusivo de bebidas alcohólicas es perjudicial para la salud y puede terminar con la vida de una persona.
Además de los evidentes síntomas físicos, el alcoholismo también provoca serios problemas psicológicos, lo que causa dependencia de este tipo de bebidas.
La noticia positiva es que existen tratamientos que pueden ayudar a una persona alcohólica a superar el trastorno que sufre. Dichas terapias pueden ayudar a reconducir su vida cotidiana para que no dependa del consumo de alcohol ni tenga esa imperiosa necesidad de consumo.
Hay muchas formas de enfocar el desorden que ha provocado el alcohol en una persona. Algunos métodos son más invasivos que otros, pero en las siguientes líneas queremos destacar aquellos que trabajan a nivel mental.
Especialistas en la materia han demostrado, a través del estudio, que las terapias psicológicas, que muchas veces están acompañadas de tratamientos farmacológicos, son eficientes para reducir e incluso terminar con el consumo de bebidas con alcohol. Para lograrlo, los tratamientos emplean técnicas que se basan en los conocidos como condicionamiento clásico y condicionamiento operante.
El primero es un aprendizaje que puso en práctica Iván Pávlov, ganador del Premio Nobel en 1904. Se trata de un modelo de enseñanza estímulo-respuesta mientras que el segundo modelo muestra que el individuo es más proclive a repetir comportamientos cuyo resultado tenga consecuencias positivas que aquellos cuyo resultado tenga consecuencias negativas, y por tanto quiere evitar.
El Community Reinforcement Approach (CRA), ideado por Geroge Hunt y Nathan Azrin en 1973 se enfoca en dos aspectos: el desarrollo de hábitos que refuercen la sobriedad y la reducción del consumo de alcohol.
Se persigue que el individuo practique actividades de recreo saludables, que mejore sus habilidades sociales y que la búsqueda de empleo le ayude a mantenerse ocupado a diario para no pensar en la bebida. De esa forma encontrará motivaciones alternativas que, con el tiempo, se convertirán en sustituto del alcohol.
El entorno más cercano acostumbra a ayudar en momentos de crisis. Sin embargo, cuando estas relaciones no funcionan o no lo hacen como se espera puede conducir al individuo a refugiarse en la bebida.
A través de este sistema se plantea que la comunicación, y la mejora de la misma, sirva como herramienta para mejorar y construir una relación, ya sea de pareja, familiar o con las personas allegadas. De esta forma el paciente encuentra refuerzos positivos, a través del amor, que le ayudan y convencen a resarcirse de su alcoholismo.
El Community Reinforcement And Family Training (CRAFT) fue desarrollado por Robert J. Meyers a finales de 1970 mientras Azrin desarrollaba el CRA.
Se busca que el individuo, igual que en otros tratamientos, adquiera habilidades sociales que le permitan enfrentarse al consumo de alcohol. Esos mecanismos que debe aprender y asimilar, le servirán cuando se encuentre ante situaciones en las que existe un riesgo evidente de caer en la bebida.
Entrenarse en estrategias que le ayuden a afrontar esos momentos que se va a encontrar más adelante, le permitirá estar preparado para conseguir bordear el peligro con éxito.
Las Habilidades de Afrontamiento para la Conducta de Beber (HACB) fueron propuestas por Merving Langley a principios de 1990 y son tratamientos diseñados para el corto plazo.
A pesar de que los diferentes tratamientos buscan siempre el éxito final, ocurre que durante el camino se pueden producir deslices en forma de caídas o recaídas – dos conceptos diferentes –.
Cuando se habla de caídas se trata de un hecho puntual, una ingesta de alcohol que no se prolonga en el tiempo, mientras que una recaída ya se refiere a una situación crónica, que se repite y que supone un riesgo mucho mayor.
El objetivo de esta terapia es dotar al individuo de las habilidades necesarias que le capaciten para afrontar, como parte de su proceso de recuperación, las diferentes recaídas que pueda sufrir. En este sentido, se busca que el individuo aprenda de la situación vivida y le empodere para modificar estas conductas hacia nuevas mucho más saludables.
Gordon Alan Marlatt fue quien ideó este tratamiento en 1985 y lo fue perfeccionando hasta 2005 mediante el estudio.
El Cue Exposure Therapy (CET) trabaja sobre el deseo del individuo hacia el consumo, que en inglés recibe el nombre de craving, y que le lleva e incita a abandonar su abstinencia. Lo que se busca es encontrar y reducir esa estimulación o estimulaciones.
Para conseguirlo se entrena al individuo en la correcta toma de decisiones, de manera preventiva, para que se encuentre preparado y tenga las herramientas necesarias para superar y/o sobrellevar ese deseo de beber alcohol.
Estos tratamientos están pensados y enfocados para aquellos que no quieren abandonar la ingesta de bebidas alcohólicas, pero sí reducir su consumo.
No todos los individuos pueden someterse a esta terapia, será un profesional el encargado de decidirlo, aunque suele servir como sustituto o cuando los programas de abstinencia que se han abordado previamente no han dado sus frutos.
Mediante el estudio conductual y el establecimiento de objetivos se persigue que el individuo vaya adquiriendo nuevos comportamientos hasta el punto en el que sea sometido a un periodo de abstinencia, momento en el cual se desarrollarán las habilidades de afrontamiento pertinentes que impidan que se produzca una recaída.
Este es un tratamiento que se basa en los condicionamientos operantes, que citamos al inicio. Se busca recompensar el esfuerzo que el individuo ha hecho para alejarse de la bebida y mantenerse sobrio a través de un premio (el refuerzo). Lo más habitual para controlar que este proceso se lleve a cabo de manera correcta es pedir una muestra de orina.
Se trata de modificar los comportamientos que llevan al individuo a sentirse cómodo y a gusto, que hasta entonces solo le proporcionaba el alcohol.
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