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Las cicatrices forman parte de nuestra historia, eso es verdad. Pero no siempre queremos verlas cada vez que nos miramos al espejo. Ya sea una marca de acné, una cicatriz quirúrgica o una señal de una caída tonta, lo cierto es que muchas personas buscan formas de atenuarlas o hacerlas desaparecer.
La buena noticia es que hoy hay tratamientos eficaces que ayudan a mejorar notablemente el aspecto de la piel. No hacen magia, pero sí pueden marcar una gran diferencia.
Parece obvio, pero es clave entender esto. El tratamiento ideal depende del tipo de cicatriz que tengas. Te resumo los más comunes:
Un especialista sabrá identificar qué tienes tú y qué tratamiento puede darte mejores resultados.
Uno de los métodos más utilizados, sobre todo en centros estéticos, son los peelings químicos. Se aplican sustancias que eliminan la capa superficial de la piel, haciendo que se regenere y se vea más uniforme.
Van muy bien para marquitas de acné, manchas o irregularidades leves. No duele, aunque después la piel queda sensible y hay que cuidarla unos días (nada de sol, mucha hidratación y protector solar a diario).
Aquí hablamos de un tratamiento que ya suena más “pro”: el microneedling o Dermapen. Se utiliza un dispositivo con agujitas finas que estimulan la producción de colágeno.
Sirve para mejorar la textura de la piel, difuminar cicatrices e incluso tratar poros abiertos. No es invasivo, aunque puede dejar la cara algo enrojecida el primer día. Con 2 o 3 sesiones ya se empiezan a ver los efectos.
Cuando la cicatriz es más profunda o lleva años en la piel, el láser fraccionado es una de las soluciones más potentes. Funciona estimulando la piel desde dentro, haciendo que se regenere de forma controlada.
Hay varios tipos de láser y no todos sirven para lo mismo, así que es fundamental acudir a un centro con experiencia. A veces hay que esperar unos días para ver el resultado, pero la mejora suele ser evidente.
No todas las cicatrices cambian la textura. Algunas simplemente oscurecen o enrojecen la piel. En esos casos, la luz pulsada intensa (IPL) puede ser suficiente.
Ayuda a igualar el tono y eliminar esas manchas que quedan después de un grano o una quemadura. Es rápida, indolora y no necesita reposo, aunque hay que protegerse bien del sol después.
Hay situaciones donde lo estético no basta. Por ejemplo, en cicatrices queloides o muy abultadas, a veces se utilizan infiltraciones con corticoides, o incluso se combinan con láser o cirugía menor.
También hay quienes recurren a rellenos con ácido hialurónico para nivelar zonas hundidas. Todo dependerá de lo que necesites y de lo que te recomiende el dermatólogo.
En muchos casos, la mejor opción no es un único tratamiento, sino una mezcla bien pensada. Por ejemplo:
Cada piel es distinta, y lo que funciona en una persona no siempre da el mismo resultado en otra. Por eso es tan importante un diagnóstico profesional.
Algunas personas notan la diferencia desde la primera sesión, mientras que otras necesitan varias. Depende del tipo de cicatriz, del estado de la piel y también del cuidado posterior.
Lo más habitual es que los resultados sean progresivos. No es magia, pero sí una mejora que, con constancia, se nota.
Sí, siempre que te pongas en buenas manos. No es lo mismo un centro con experiencia y profesionales cualificados que un sitio que ofrece «milagros» en una sesión.
Asegúrate de que utilizan productos de calidad, equipos homologados y que te dan instrucciones claras para antes y después del tratamiento. Eso marca la diferencia.
Tener una cicatriz no significa que tengas que cargar con ella para siempre. Hoy en día, gracias a los avances en estética y dermatología, hay múltiples opciones para mejorar la apariencia de la piel y recuperar la seguridad en uno mismo.
Lo importante es no dejarlo en manos del azar. Consulta con un especialista, explora las opciones que mejor se adapten a tu caso y elige un tratamiento pensado para ti, no uno genérico.
Con el cuidado adecuado y un buen acompañamiento profesional, es posible sentirte bien frente al espejo otra vez. Porque tu piel puede contar tu historia, sí, pero no tiene por qué hacerlo a gritos.
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