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Una de las principales preocupaciones que inquieta durante buena parte de su vida al ser humano, sobre todo cuando empieza a tener constancia de la misma, es la salud. Mantener hábitos saludables ayuda a que la calidad de vida sea mejor y los expertos siempre recomiendan buena alimentación, descanso y deporte como motor de una vida equilibrada.
A lo largo de nuestra existencia solemos acudir innumerables veces a un especialista para tratarnos de alguna dolencia, malestar o por precaución. También son naturales las visitas para revisiones anuales o chequeos en los que confirmar que todo transcurre con normalidad.
Una de esas visitas a un profesional, que en los últimos años se ha multiplicado, seguramente porque se ha perdido el miedo al mismo, es al odontólogo. Cada vez son más los que se preocupan por su higiene y salud bucodental e incluso aquellos que buscan fórmulas para embellecer su sonrisa, si bien esto último es una cuestión estética.
Dentro de la odontología encontramos la periodoncia.
Se trata de una rama de la odontología que se encarga del tratamiento de enfermedades que afectan a los órganos dentarios como la encía. Las enfermedades más comunes a las que se suele enfrentar son la gingivitis y periodontitis.
La primera es la inflamación y sangrado de la encía mientras que la segunda es un estadío superior de la enfermedad en la que, además de la inflamación y el sangrado, se ve afectado el hueso que soporta el diente. De no ser tratada debidamente, el paciente puede sufrir la pérdida de la pieza dental.
Son muchos los factores que afectan a la boca y provocan estas dolencias. El tabaco, el alcohol, la mala higiene, determinadas enfermedades autoinmunes o hasta cuestiones genéticas, así como la placa bacteriana, pueden causar estas molestias.
La periodontitis es una enfermedad crónica que tiene dos formas de ser tratada: procedimiento quirúrgico o procedimiento no quirúrgico. La elección de una u otra fórmula dependerá del estado en el que se encuentre la zona afectada y el propio paciente.
En caso de que se estime, tras las pruebas pertinentes – radiografías, sondaje de encías y/o periodontograma – que no es necesaria una intervención quirúrgica, lo lógico es proceder a un curetaje, que consiste en eliminar el sarro y la placa bacteriana que se encuentre en los dientes y las encías. Para ello se realiza una técnica de raspado.
A continuación, el odontólogo procederá con un alisado radicular en el que terminará de descontaminar la zona y pulirá la raíz del diente.
La alternativa quirúrgica tiene el mismo fin, pero es más invasiva. Se realiza una cirugía periodontal para levantar tejido de la encía y que el proceso de raspado y alisado (el curetaje) sea más eficiente. En este sentido, el odontólogo lleva a cabo un pequeño corte cerca de la raíz de la encía.
En caso de que estas dos opciones no sean suficientes, lo siguiente sería acudir a los injertos, tanto de encía como de hueso, según las necesidades del paciente y cómo esté de desarrollada la enfermedad.
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