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El cambio de aceite o de ruedas es el contratiempo más habitual al que se enfrentan los conductores. Sobre estos detalles se suele prestar especial atención cuando se emprende un largo viaje o si, con suerte, el propio coche, en su cuadro de luces, indica que existe algún percance que necesita la revisión de un mecánico.
Ocasionalmente surge otro inconveniente, esté relacionado con el motor, y tiene que ver con la correa de distribución del vehículo.
Se trata de un elemento de goma, en forma de cinta, cuyo núcleo está compuesto por fibra de vidrio. Con el objetivo de que su vida útil sea lo más longeva posible, la correa se recubre de teflón.
Lo que hace la correa es conectar el cigüeñal del motor con los árboles de levas mediante poleas y tensores. Las levas regulan las válvulas de admisión y escape, que son las que permiten que tanto el combustible como el aire accedan al motor.
Por tanto, la correa de distribución cumple una función primordial al conectar, entre sí, todos los elementos mecánicos que encontramos en el motor.
No todos los coches cuentan con este sistema, independientemente de que sean de gasolina o diésel. Algunos presentan una cadena de distribución cuya vida suele estar estrechamente ligada a la obsolescencia del propio vehículo.
Su reemplazo es fundamental para evitar que el motor sufra daños y entonces haya que enfrentarse a un problema mecánico más gordo, primero, y al desembolso de una cuantía económica mayor, después, puesto que la correa de distribución es un elemento mucho más económico de sustituir que el motor – si es que se puede cambiar –.
Por lo general se recomienda el cambio de la correa de distribución cada 100.000 kilómetros, si bien esto dependerá del tipo de vehículo, el fabricante y el uso que se ha dado durante todo ese kilometraje. También puede suceder que esos 100.000 kilómetros no sean recorridos en mucho tiempo, ya que se destina el uso del vehículo a distancias cortas. En ese caso, se aconseja revisar y cambiar la correa de distribución transcurridos 10 años.
La razón principal es que la pieza pierde flexibilidad, así como otras propiedades con el tiempo y que mantenga una tensión adecuada es fundamental para que el coche funcione correctamente. En caso de no prestar atención a esta indicación, podrían surgir fallos en las poleas y tensores.
Insistimos en que estas directrices son solo orientativas ya que la sustitución de la pieza dependerá del uso que se le dé al coche.
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